Estuvo fuertemente influido por la Vulgata, que contaba con muchas particularidades ajenas al latín clásico (resultado de traducciones más o menos literales de los textos originales en hebreo y griego) que fueron reflejadas no solo en su vocabulario, sino también en su gramática y sintaxis.
Todos los autores que escribían en latín en el período medieval hablaban latín como segundo idioma, variando los grados de fluidez, sintaxis, gramática y vocabulario, a menudo influidos por la lengua materna del autor.
Esto fue especialmente cierto comenzando el siglo XII; después, la lengua comenzó a corromperse cada vez más: los documentos en latín medieval tardío escritos por autores francoparlantes tienden a mostrar similitudes con la gramática y el vocabulario del francés medieval; aquellos escritos por alemanes, con el alemán, etc.
Algunas de las diferencias más frecuentes son: A menudo, estas diferencias ortográficas se debían a los cambios en la pronunciación o, como en el último ejemplo, morfología de otras lenguas, los cuales los autores reflejaban en su escritura.
Isidoro de Sevilla (c. 560-633) coleccionó todo el conocimiento científico disponible en su época en lo que fue llamada la primera enciclopedia: las Etimologías.
Benito Biscop (c. 628-690) fundó el monasterio de Wearmouth-Jarrow y lo amuebló con libros que trajo de un viaje a Roma y que fueron usados más tarde por Beda (c. 672-735) para escribir su Historia eclesiástica del pueblo inglés.