Entre 714 y 718 el alto valle del Cinca había sido sometido por los conquistadores musulmanes, pese a ello los habitantes cristianos, que ahora dependían del valí de Huesca, conservaron sus propiedades, sus leyes y sus gobernantes locales.
Los lugares más importantes como Aínsa y Boltaña seguían bajo dominio musulmán.
Los francos carolingios intentaban asimismo establecerse al sur de los Pirineos.
Una nueva expedición carolingia que fracasó delante de Huesca permitió al menos recuperar estos territorios en 812.
En 824 aportó su sustento al rey de Pamplona, amenazado por una expedición carolingia encabezada por los condes Elbe y Aznar.
Con la ayuda del poderoso señor musulmán Musa ibn Fortún consiguió librarse de los carolingios.
En 840 Galindo Garcés atacó Huesca sin éxito y después fue sometido por el emir de Córdoba Abderramán II en 842.
En 922 murió el conde de Aragón Galindo II Aznárez sin heredero varón y su herencia se dividió entre sus dos hijas: Andregoto Galíndez aportó el Aragón propiamente dicho al rey de Pamplona García II, mientras que Toda aportó el Sobrarbe meridional a su esposo el conde de Ribagorza Bernardo I.
Bajo la amenaza de un ataque musulmán en territorio pamplonés, tuvo que renunciar a sus proyectos.
Los prelados ribagorzanos obtuvieron del mismo modo la extensión de su diócesis hacia 950.