Jenofonte asegura que Ciro fue el primero en ser adorado como un dios aún en vida.
Los griegos, no contentos de hacer a los grandes hombres magníficos funerales y de erigirles soberbias tumbas, les rendían honores divinos, les elevaban altares y les inmolaban víctimas, instituyendo a menudo en obsequio suyo sacrificios y fiestas o juegos anuales que celebraban con la mayor pompa.
En tiempos más recientes, Herman Melville, en La Ballena, le dedica el capítulo 23 entero a la descripción precisa del concepto.
Los primeros no concedían estos honores sino por la autoridad de un oráculo y los romanos por un decreto del senado.
Habiendo aparecido durante los siete días en que se celebraban los juegos fúnebres en honor de Julio César un nuevo cometa, stella crinita, dio esta circunstancia mayor autoridad a su apoteosis y se creyó que aquel astro fuese la residencia de su alma o esta misma.
En el reverso había un templo y otras veces un altar con el fuego ardiendo o bien un águila en actitud de remontarse.
Según Artemidoro, era costumbre antigua el representar las imágenes de los emperadores a quienes se habían hecho los honores del apoteosis, sobre un águila que les conducía por los aires.
Los antiguos gentiles creían que el águila y el pavo conducían las almas al cielo.
[1] En Corea del Norte, los fallecidos Kim Il-sung y Kim Jong-il son objeto de un culto a la personalidad semejante en todo al culto a los monarcas divinizados de la antigüedad, que incluye templos, ceremonias pseudorreligiosas, un calendario específico, y otros elementos similares.