Según Tito Livio, tanto la silla curul como la toga romana eran originarias de Etruria[1] y puede verse en monumentos etruscos, sirviendo para identificar a los magistrados.
Como símbolo de su rango, el rey presidía entonces los actos públicos (rogatio, procuratio, etc) sentado en una silla a bordo del carro.
La silla curul era habitualmente de marfil, con asiento cuadrado y patas curvadas formando una amplia X.
Según parece, aunque se trataba de un elemento suntuario, la curul resultaba intencionadamente incómoda si se permanecía sentado en ella durante largos periodos, obligando a los servidores públicos a ser diligentes en su trabajo, y recordando, de paso, que la función pública es transitoria.
Como reminiscencia histórica, en Latinoamérica se aplica el término curul para referirse al escaño que ocupan congresistas y otros altos cargos de la administración pública.