Todo ello les forzó a huir y buscar una nueva patria más allá del mar.
Al parecer dicho obispado se estructuraba siguiendo el modelo de las iglesias célticas de las islas británicas[cita requerida] y Bretoña, teniendo en su cúspide a un obispo que era a la vez abad.
La sede de Britonia siguió estando representada en los múltiples concilios que se celebraron entre los siglos VI y VIII en Toledo.
El Padre Flórez identifica además esta sede britona con la laniobrense, al hallarse presente por esta sede el obispo Ermerico en el Tercero Concilio de Toledo de 589 y no reaparecer sino hasta cien años después.
Resulta difícil discernir hasta qué punto los bretones de la península ibérica conservaron su lengua y su identidad étnica con el paso del tiempo.
En este sentido, cabe reseñar que la sede de Britonia quedó extinta en el siglo VIII.
Sin embargo, todavía en el año 1233 un documento menciona una heredad sita en el concejo de Castro de Rey (Galicia) que pertenecía «a aquellos hombres llamados bretones o biortos, y cuyas mujeres se llamaban chavellas».