Santana decapitó el cadáver y llevó la cabeza como trofeo a la ciudad de Santa Cruz del Seybo, donde se la entregó al caudillo Juan Sánchez Ramírez.
La primera novia de Santana fue la doncella María del Carmen Ruiz, apodada Maruca, descrita como muy hermosa y simpática.
Sin embargo, Ramón expresó: «El jefe debe ser mi hermano Pedrito, que le gusta mandar y sabe entender bien a la gente; yo me conformo con servir bajo sus órdenes».
En Haití, se desató una rebelión en Los Cayos contra Hérard, quien envió a los generales Jean-Baptiste Riché y Guillaume Fabre Nicolas Geffrard para sofocarla.
[23] No obstante, el Gobierno del rey Luis Felipe I de Francia, se negó a reconocer la independencia dominicana hasta que Haití lo hiciera.
Sin embargo, la situación política se volvió más complicada con la renuncia del ministro de Interior, Policía, Justicia e Instrucción Pública, Ricardo Ramón Miura.
Estas intrigas políticas y el creciente descontento popular, principalmente debido a la miseria generalizada, desempeñaron un papel fundamental en su decisión de renunciar.
Inicialmente, Jimenes no deseaba que Santana participara en el conflicto, pero la amenaza haitiana lo hizo cambiar de opinión y lo envió a la frontera, aunque sin tropas disponibles en ese lugar.
Preocupado por posibles ataques por parte de Jimenes y sus seguidores, Santana se alojó en el Palacio Arzobispal, conocido como la Casa del Sacramento.
Sin embargo, si la situación bélica se agravaba y Francia no respondía, buscaría apoyo del Reino de Gran Bretaña.
A pesar de estar en clara desventaja numérica, los soldados dominicanos lograron capturar los cañones haitianos mediante ataques audaces con machetes.
Ese mismo día, Jimenes dejó su país para siempre a bordo del bergantín inglés Hound, facilitado por el cónsul Schomburgk.
Lo acusó de mal Gobierno, desaciertos, influencia clerical para proclamarse presidente vitalicio y abusos durante su mandato, lo cual creó una brecha insalvable entre ambos líderes.
Esta medida formal marcó un quiebre significativo en la relación entre ambos líderes, generando una profunda división en la población y dando origen a una polarización política que perduró por mucho tiempo.
Argumentando que la intervención del clero en asuntos políticos sumía al país en anarquía, Santana buscaba establecer un único poder en el Estado.
Después de reflexiones dolorosas y al comprender los posibles males que su ausencia podría causar a la Iglesia, el arzobispo, motivado por la caridad cristiana, perdonó los agravios recibidos.
Estas innovaciones incluyeron también la eliminación del polémico artículo 210 y la imposición de limitaciones al poder presidencial, reduciendo los extensos poderes casi dictatoriales que ostentaba el soberano dominicano.
No obstante, estas reformas liberales se toparon con trabas notorias, como las estrictas regulaciones gubernamentales impuestas por Santana y la desconfianza de sus seguidores.
[28] Santana, al igual que Buenaventura Báez, se dedicó a hacer gestiones para lograr un protectorado de Estados Unidos.
La inflexible actitud ortodoxa del obispo, asemejada a la de un "inquisidor moderno", tuvo consecuencias inesperadas al provocar que los dominicanos abandonaran muchos templos, inclusive en días festivos.
Durante el primer levantamiento de 1863, todas estas causas estaban presentes, y en ese contexto, las circunstancias eran aún más preocupantes.
[44] Conforme las noticias sobre la insurrección en la frontera y su propagación hacia Santiago se difundían, Felipe Rivero comprendió la urgencia de tomar medidas inmediatas para sofocar el foco revolucionario.
Santana también tuvo que soportar groserías de los revolucionarios, quienes desde el bosque lo llamaban con desdén frecuentemente «gran pendejo» al desafiarle a combate.
Este grupo independentista, liderado por el presbítero Domingo Feliciano, Genaro Díaz, Guzmán y su esposa Laureana Vásquez, fue derrotado completamente tras un combate que se extendió por cinco horas.
Sin embargo, tras el combate, fue herido de muerte por una bala y, al regresar a Guerra, falleció horas después, generando un profundo pesar entre sus tropas.
Ante esta realidad, el capitán general tomó medidas estratégicas, incrementando tropas y designando líderes para mejorar la organización tanto táctica como administrativamente.
Desde el principio, Santana mostró su preferencia por otros generales locales, como Eugenio Miches y Antonio Sosa, a quienes consideraba más aptos.
Declaró su sorprendente renuncia al mando de la comandancia del Seybo, debido su persistencia en formular observaciones que el capitán general consideraba como insubordinación.
Al día siguiente, organizó otra expedición liderada por el coronel Antonio Sosa con 400 hombres, operando en la sección de Mata Palacios.
Conservad esta espada para que mañana, si es necesario- y Dios no lo quiera- podáis defender la patria de nuestros progenitores».