A Duvergé en la actualidad no solo se le reconoce como parte fundamental para que su nación adoptiva, Dominicana, obtuviese su libertad, sino como representante en carne y hueso del deseo de justicia universal sin ataduras relacionadas al origen étnico y social de un individuo.
Por tales razones, era más que evidente cual iba a ser el refugio indicado y posteriormente su próximo hogar.
Hacia 1818 se trasladaron a San Cristóbal, tal vez aprovechando que tenían parientes radicados allí.
La formación del héroe se vinculó al espacio de San Cristóbal y zonas aledañas.
Durante esos años José Duvergé siguió dedicado a labores agrícolas, pero pudo ahorrar una pequeña suma de dinero que le permitió dedicarse al negocio del corte de maderas preciosas, con lo que su situación mejoró.
Pero, esto no significo que Antonio Duvergé se situara, respecto al ordenamiento en Haití, desde la óptica de los antiguos propietarios franceses.
Echad una ojeada sobre todos nuestros empleados civiles y militares de toda categoría, los veréis indistintamente matizados por los diversos colores que produce la naturaleza humana, y distinguiréis una sola escala para ascender a los puestos más elevados de la República, la virtud.
[7] Con esta también tuvo siete hijos siendo estos: Isabel, María Loreto, Policarpio, Alcides, José Daniel, Nicanor y Tomás.
Aun con esas posibles carencias, su vínculo con la conspiración que llevó a la proclamación de la República en 1844 se hizo desde un ángulo militar.
Para tal fin se asoció con figuras prestigiosas que pasaron a formar parte de los cuerpos armados improvisados del naciente Estado.
No tardó en continuar hacia Azua, presionado por preparar el dispositivo defensivo frente a una previsible embestida haitiana.
Durante los días subsiguientes, logró montar una línea defensiva en Azua, localidad de crítica importancia militar, tanto por ser la principal ciudad del sur como porque en ella se bifurcaban las dos rutas que unían la ciudad de Santo Domingo con Haití.
[6] Era previsible, como en efecto sucedió, que en ese punto convergieran dios cuerpos del ejército haitiano.
Las avanzadas haitianas encontraron, en la Fuente del Rodeo, la oposición de las escasas tropas dominicanas comandadas por Fernando Tavera, quien logró una frágil victoria.
Lo acompañaban comandantes llamados a tener protagonismo en los hechos bélicos ulteriores, como los coroneles Manuel Mora y Feliciano Martínez.
En los meses siguientes sobresalió la acción sobre Cachimán, un fuerte construido por los haitianos en territorio dominicano, entre Bánica y Las Caobas.
En mayo de 1845 el presidente haitiano ordenó una movilización general y la invasión del territorio dominicano.
Duvergé reunió tropas y dirigió la acometida que logró por segunda vez expulsar a los haitianos del fuerte.
Aprovechando el efecto moral de este triunfo, en los días siguientes dispuso un avance sobre los territorios dominicanos aún controlados por los haitianos, esfuerzo que se reveló infructuoso.
El gobierno envió a Joaquín Puello, ministro de Interior y Policía, para que colaborara con Duvergé.
Tras diversos movimientos de tropas, el general Puello libró combate en La Estrelleta, sabana cerca del río Matayaya, donde infligió una derrota sin precedentes al ejército haitiano.
De todas maneras, las maniobras del otro contingente resultaron esenciales para que Puello alcanzara un rotundo triunfo.
Los conspiradores buscaron ayuda en las figuras de Antonio Duvergé y Francisco del Rosario Sánchez quienes se asociaron al movimiento.
Duvergé llevó una vida tranquila durante su confinamiento en El Seibo, dedicado a sus actividades de subsistencia.
No obstante, cuando Santana retornó a la presidencia en 1853 tomó conciencia de que sería su víctima en la primera ocasión propicia.
El paso más importante que dio Santana al inicio de su tercera administración fue denunciar a su otrora protegido, Buenaventura Báez, como un traidor, disponiendo su arresto y deportación.
El propósito del intento consistía en suscitar un pronunciamiento en la ciudad de Santo Domingo que diera inicio a una insurrección.
Una delación impidió el éxito y los principales conspiradores fueron capturados, mientras otros lograron escapar del país.
Duvergé eludió el arresto después que recibió la notificación y procedió a ocultarse en los montes de las cercanías.
Los otros dos hijos del prócer, niños de nueve y 11 años, fueron condenados a confinamiento en Samaná.