Su habilidad diplomática fue tal que fue comparada con la del canciller imperial austriaco Klemens von Metternich.
Por ello, el sacerdote Gabriel Moreno del Christo lo apodó «el Metternich de Santana».
Al año siguiente, fue elegido miembro del Congreso y asumió temporalmente el Ministerio del Interior y Policía, antes de regresar a su puesto en Hacienda, asumiendo también funciones interinas en otros ministerios, como Justicia e Instrucción Pública.
El abuelo de Miguel Antonio, Francisco Lavastida y Valladares, murió en Caracas en 1812, mientras que su abuela, María Manuela Aguirre y López del Pulgar (1753-1839), provenía de una distinguida familia.
El abuelo paterno, Juan de Lavastida, escribano público peninsular, se estableció en la capitanía general de Santo Domingo en 1753 y se casó con Rosa Antonia Valladares, fundando así la estirpe Lavastida en Santo Domingo.
Se mantuvo en el cargo hasta que Báez volvió a la presidencia en octubre de 1856.
Miguel Antonio Lavastida formó parte de la comisión que le llevó el manifiesto a Santana, quien aceptó los principios del documento y formó un gabinete al día siguiente, nombrando a Miguel Lavastida como ministro de Guerra y Marina, y posteriormente también de Relaciones Exteriores.
Esta idea fue respaldada por los cónsules francés y británico de Santo Domingo, quienes la consideraron una solución viable para asegurar la supervivencia económica y la seguridad del país frente a Haití.
Sin embargo, la guerra austro-sarda, vinculada a la unificación italiana, impidió que el proyecto avanzara.
[7] Poco después, el 12 de agosto, el general Lavastida pasó a formar parte de la Junta Clasificatoria, cuya misión era clasificar a los oficiales del antiguo Ejército dominicano.
Por ello, el general Serrano consideró conveniente que Lavastida fuera trasladado a otro territorio español.
Para suplir sus necesidades, se tomaron provisiones del hogar de Lavastida.