Este documento fue resultado de un movimiento liberal moderado que buscaba reformar el orden político y económico del país, en contraposición a las tendencias autoritarias predominantes de la época.
Destacó por su carácter demoliberal y su clara separación de poderes, estableciendo importantes cambios en la organización del Estado.
Estableció los departamentos como división administrativa y suprimió la pena de muerte por causas políticas.
Este documento reconocía la existencia de un contrato social implícito entre ciudadanos y gobierno, indicando que dicho contrato puede ser revocado si el gobierno no cumplía su propósito de promover la felicidad general y se convierte en opresivo.
De inmediato se estableció un gobierno provisional presidido por el reputado general José Desiderio Valverde, con Daniel Pichardo como vicepresidente y un gabinete integrado por figuras exclusivamente regionales como Ulises Espaillat, Benigno Filomeno de Rojas Ramos, Pedro Francisco Bonó y Mejía, Sebastián Valverde y Belisario Curiel.
El diputado Bonó propuso que la Asamblea debía primero resolver la guerra antes de ocuparse de la constitución, y abogó por apoyar al Gobierno Provisional para dar legitimidad a su causa.
Esto se evidenció en el artículo 129, que mantenía las mismas condiciones económicas, profesionales, militares y políticas para ejercer el sufragio que las Constituciones anteriores, desvirtuando así la promesa de un sufragio verdaderamente universal y revelando la realidad como una farsa.
Al igual que en las demás Constituciones, se ratificó la fe católica como la religión oficial del país caribeño.
Además, por primera vez se abandonó el objetivo de alcanzar un Concordato entre la República Dominicana y la Santa Sede, un propósito que el Estado dominicano había perseguido desde los primeros meses de su independencia.
La Constitución de Moca, al igual que otros documentos constitucionales, reafirmó las libertades públicas.
Los revolucionarios dominicanos del siglo XIX, así como la historiografía posterior, empleaban el término "liberalismo" en su oposición a la arbitrariedad y la concentración de poder.
Las doctrinas liberales modernas, al tratar de ser neutrales y relativistas, a menudo caen en el nihilismo teórico.
Esto se traduce en libertades concretas como la libertad de pensamiento y religión.
Desde su independencia, la República Dominicana se oponía al Estado laico, al secularismo y al indiferentismo, y no fue sino hasta la Constitución de 1908 que se adoptó un enfoque netamente liberal, eliminando por primera vez la confesionalidad católica del Estado, suprimiendo el juramento presidencial sobre los evangelios y abandonando la búsqueda de un Concordato con la Santa Sede.
El sistema electoral era censitario, permitiendo votar solo a quienes cumplían ciertos criterios económicos.
Las cámaras no se reunían juntas, excepto en casos previstos por la Constitución o por utilidad pública.
Decidía sobre tratados de paz, alianza, amistad, neutralidad y comercio, que solo tenían efecto con su aprobación.
También podía elegir candidatos para prelados para que el Poder Ejecutivo los presentara al papa, en cumplimiento del derecho de patronato asumido por el Estado dominicano, aunque en realidad estaba solo reservado al monarca de España.
Los ministros, con un mandato de cuatro años, debían cumplir con las mismas cualidades que los senadores y eran responsables ante el Senado por crímenes de Estado, infracciones constitucionales, soborno y mal desempeño.
Entre otras atribuciones, el presidente podía nombrar jueces temporales y otros empleados públicos, extender sesiones del Congreso, nombrar Gobernadores Departamentales y Jefes Políticos, eligiéndolos entre los candidatos propuestos por las Juntas Departamentales.
Para el Libertador, la meta principal era derrocar a Buenaventura Báez respetando la Constitución y las leyes vigentes.
No aceptaba que, en medio de una guerra civil, se intentara reconstituir una nación ya establecida desde 1844, utilizando esto como pretexto para desacreditar la Constitución de Moca, la cual consideraba irreal y contraria a las costumbres, la religión y las necesidades dominicanas.
Esto generó un debate sobre la inmunidad parlamentaria y se formó una comisión investigadora.
Casimiro Cordero, diputado por La Vega, opinó que no debían enfrentarse a Santana, pues él podría tener razones para sus acciones.
Durante este tiempo, Santana mantuvo retenido en su campamento en El Caimito al padre Fernando Arturo de Meriño, electo diputado por Neiba, con quien formó una amistad y a quien regaló un bastón con empuñadura de oro.
Poco después, se realizaron elecciones para diputados y senadores, resultando electos nuevos miembros de la facción cibaeña, aunque algunos santanistas como Tomás Bobadilla también fueron elegidos.
El resto del país (Sur y Este) vivía bajo un régimen de dependencia, donde los caciques locales tenían más influencia que cualquier idea de autonomía o centralización del poder.
Algunos firmantes, como Francisco Javier Fauleau y Pedro Pablo Bonilla, habían apoyado con anterioridad la Constitución de Moca.
[7] La facción cibaeña, tras estos eventos, se volvió no solo antibaecista, sino también antisantanista, evolucionando eventualmente en el Partido Azul.