[1] En otros casos el valor simbólico es relativo, y prima el valor material, por lo que el hecho mismo de la sustracción pasa a confundirse con el saqueo, y la entidad escamoteada se transfigura a un simple «botín de guerra», el cual estuvo regulada en los códigos penales militares.
En la antigüedad, estos solían tratarse de puñales, espadas, corazas, escudos, estandartes, cascos, etc. Con el paso del tiempo, el foco pasó a las banderas,[6][7] y actos de heroísmo se multiplicaban en las guerras para evitar que estas caigan en las manos del enemigo.
En otros casos el trofeo pasa a ser las más importantes armas del oponente, en especial, sus barcos de guerra.
Finalmente los mismos romanos terminaron por incorporar también esta costumbre, pero con un contenido no ritual sino punitivo o meramente exhibicionista.
[19] Estas costumbres se replicaban en los íberos, los hispanos,[20] y los germanos, estos últimos las clavaban en los troncos.
[22] Los celtíberos tenían tal afán por conseguirlas que llegaban a desatender la batalla, haciendo peligrar el resultado de las mismas.
[23] En el área inglesa, los cráneos del enemigo eran clavados en estacas y colocados en la puerta de los castros, como protección simbólica.