El Real Despacho, expedido el 31 siguiente, mudaba la denominación por la actual y cancelaba el vizcondado previo de San Esteban.
Algo más sobre el origen de este título se dice en la voz sobre el linaje Larrea.
Tal cambio puso fin a una anómala duplicidad: un caso que se ha dado en pocas ocasiones en la historia nobiliaria española.
(publicada en 1930 y llevada al cine varias veces) creó el personaje de ficción del marqués del Corcel de Santiago.
Trazada en orden corintio y compuesto, muy barroca, tenía un cimborrio ochavado sostenido por arcos torales y rematado en cúpula, cuyo vértice, situado a 25 metros de altura, se abría a una linterna de cuatro metros más.
Carmelitas Descalzos (actual iglesia parroquial de San José).
[66] Por entonces ya se titulaba marqués de Santiago, aunque tal vez no llegó a despachársele Real Carta pues murió poco después.
Unos veinticinco años después, estando ya casada por segunda vez, heredó de su hermano menor el título y la fortuna paterna.
[68] Aumentó la colección familiar de pintura con nuevas adquisiciones, entre ellas varios goyas.
Representó a ambos al aire libre, siguiendo la moda inglesa neoclásica, probablemente en su quinta del actual barrio de Chamberí.
Es innegable que Goya, en su Retrato del Marqués de San Adrián, plasmó certeramente la personalidad del segundo marido de Soledad.
Pero no se puede decir lo mismo del que le hizo a ella.
La lánguida mujer del cuadro, sin garbo ni atractivo, de mirada ausente, se nos antoja anodina y sin chispa vital.
El retrato sí da fe de sus rasgos físicos: Soledad era una mujer frágil, enfermiza y poco agraciada.
Se pintaba mucho y carecía del porte y elegancia natural que traslucían otras grandes damas de su tiempo, incluso cuando —jugando a ser manolas— emulaban las costumbres populares.
Pero era viva de carácter e ingenio, hablaba con donaire y desparpajo: para todo tenía una réplica picante.
La condesa de Fernán Núñez, que no se llevaba bien con ella, le afeó un día el exceso de maquillaje: —¡Jesús!, Marquesa, pareces mi coche nuevo.
Y la de Santiago le contestó: —Y tú, Condesa, a las mulas que tiran del mío.
[69] Lady Holland, que la trató en su viaje por España y se hospedó en su casa de Aranjuez, la describe con frases muy significativas.
A causa de ello, «era mal admitida en sociedad por las damas».
Lo que escandalizaba era el desenfado de la marquesa, no sus posibles liviandades.
La duquesa de Alba o la marquesa viuda de Santa Cruz, por ejemplo, «podían haberse permitido ciertas licencias, pero jamás faltaban al decoro en su conversación y porte».
Sirvió en Palacio como Chambelán y Maestro de Ceremonias del Rey Intruso, y éste le condecoró con la Orden Real de España.
Sin embargo, sus descendientes no heredaron este título, porque los llamamientos del mayorazgo agnaticio al que estaba vinculado no contemplaban el derecho de representación: postergaban al hijo del primogénito premuerto y preferían al tío, hijo supérstite del causante.
En 1794 había recibido la grandeza de España para agregar a su título, que era incompatible con el de Campo Sagrado y se había sucedido en su varonía desde que fue creado en 1683.
Pero atendiendo a que el peticionario era sobrino carnal del causante, su solicitud fue tramitada como «Sucesión diferida», eximiéndole así de los requisitos de una «Rehabilitación».
Es por tanto discutible que llegase a ser titular de dichas dignidades.
Casó con Eugenia Martín, de la que tuvo por hija a .
Ese mismo año sucedió en dicha grandeza su primo Fernando Bernaldo de Quirós y Chaves.
Está casada con Felipe Pérez de Lema y Munilla.