[2] En primer término presenta a una doncella trabajando en la cocina con un almirez; en la mesa se encuentran dos platos de barro con huevos y cuatro pescados por cocinar, un jarro también de barro vidriado en su mitad superior, una guindilla y algunos ajos, habiendo puesto el pintor el acento en el tratamiento diferenciado de sus texturas y brillos.
El naturalismo con que Velázquez trata esta parte del cuadro sitúa al espectador ante una escena cotidiana, en la que el pintor pudiera haber retratado cualquier cocina sevillana de su tiempo.
Sin embargo, el dedo de la anciana dirige la mirada del espectador hacia un recuadro situado a la derecha en el que se divisa la que sería la escena principal, situada en segundo plano: en una estancia posterior Jesús dialoga con las hermanas María, sentada como en el estrado a sus pies según la costumbre femenina de la época, y Marta, en pie, recriminando la actitud de su hermana.
La imagen ilustra un pasaje del Evangelio de Lucas (10, 38-42), donde el evangelista cuenta como llegando Jesús a una aldea fue recibido en su casa por Marta, quien se iba a ocupar afanosamente en su servicio, en tanto María solo se ocupaba de escuchar con atención las palabras del Señor.
[6] En esta dirección, Jonathan Brown, seguido por Peter Cherry y Manuela Mena, interpreta el cuadro como una alegoría de las vidas activa y contemplativa, representadas respectivamente en la tradición cristiana en Marta y María, ambas necesarias, pero debiendo subordinar el sustento material al espiritual, que al final será el único que cuente, lo que vendría a recordar la anciana, «llena de sabiduría» según Manuela Mena, que desviando la atención de la cocina dirige la mirada del espectador hacia el fondo.