La denominación alude a la isla canaria de Lanzarote, que junto con la de Fuerteventura integraba un señorío jurisdiccional que poseía el concesionario como III titular.
[7] La citada Inés Peraza, junto con Diego García de Herrera su marido, otorgó capitulaciones con los Reyes Católicos en Sevilla el 15 de octubre de 1477, por las que cedió a la Corona sus derechos sobre Gran Canaria, Tenerife y La Palma, reservándose las cuatro islas grandes de Lanzarote, Fuerteventura, El Hierro y La Gomera, y las menores de Alegranza, La Graciosa, Santa Clara y Lobos, con otros roques o islotes.
Al no estar vinculado este señorío, sus descendientes pudieron acrecer y disponer de las partes que les tocaron.
El concesionario del condado y marquesado —en quien se unían la descendencia de Sancho de Herrera y la de los Saavedra— había llegado a reunir por distintos títulos once dozavos.
En efecto, esta señora fue bisabuela materna-paterna del I marqués de Lanzarote y a la vez su tatarabuela paterna-paterna-materna.
La isla de
Lanzarote
es la más oriental del archipiélago canario.
Los Herrera poseían el señorío de Lanzarote como causahabientes del caballero
normando
Juan de Béthencourt
, que conquistó la isla en 1402. Óleo de Louis Garneray (1848).
El primer convento que hubo en las Canarias fue el
franciscano
de
San Buenaventura
, erigido en 1416 por bulas del
Papa Luna
en la villa de
Betancuria
, capital de la isla de
Fuerteventura
(que debe su nombre precisamente al
Doctor Seráfico
). El edificio definitivo se trazó en
estilo gótico
como un emparrillado de arcos de medio punto y fue construido con fina cantería en la segunda mitad del XV a expensas de
Diego de Herrera
, señor de las islas, que en 1485 recibió sepultura en la iglesia conventual. En esta casa fue hermano lego
San Diego de Alcalá
, que llegó de la península en 1441 movido del celo de predicar a los paganos. Fue elegido guardián del cenobio y, aunque renunció, obligado a aceptar por obediencia. Los frailes fueron
exclaustrados
en el siglo
XIX
y hoy el edificio se halla en ruinas.
Castillo de Santa Bárbara y San Hermenegildo
en la isla de
Lanzarote
. Desde su privilegiado emplazamiento al borde del cráter del volcán
Guanapay
, domina una extensa
caldera
de tierra y tiene también amplias vistas sobre la costa oriental. La torre primitiva fue levantada en 1312 por
Lanceloto Malocello
, el navegante italiano que dio nombre a la isla. Y en el siglo
XV
la construyó de nuevo
Sancho de Herrera
el Viejo
, I señor de Lanzarote y Fuerteventura, como símbolo del poder señorial y con la doble finalidad de servir de
atalaya costera
y guarnecer la villa de
Teguise
, capital de la isla hasta 1847.
El
castillo de Santa Bárbara
o de Guanapay, con el tamaño y fortificaciones que hoy tiene, fue construido en 1573 por Agustín de Herrera y Rojas, I conde de Lanzarote, a partir de la torre medieval levantada por su tío-bisabuelo. Quince años más tarde —y después de que el pirata
Morato Arráez
arrasara la isla en 1586— fue reconstruido por el mismo señor, que ya era marqués de Lanzarote, con intervención del ingeniero
Leonardo Torriani
. En 1598, días después del fallecimiento del marqués, arribó a la isla con la intención de secuestrarle una flota inglesa al mando del
corsario
lord Cumberland
.
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Desde 2011, la antigua fortaleza alberga el
Museo de la Piratería
: un centro de interpretación sobre los piratas y corsarios relacionados con la historia de las Canarias. Sus fondos incluyen una colección de armas antiguas y de maquetas navales. Detalle de una garita y una poterna con puente levadizo.
El
castillo de San Gabriel
se yergue sobre un islote en la bocana del puerto de
Arrecife
, actual capital de la isla de Lanzarote. El castillo primitivo fue construido en 1582 por Agustín de Herrera y Rojas, entonces conde de Lanzarote, a requerimiento del comisionado Alonso Rubián, que había visitado la isla por el Rey
Felipe II
. Era «de cal y canto, con cuatro
baluartes
y sus
casamatas
, y un puente de cantería con un ojo levadizo, que guardado por artillería, alcaide, artilleros y soldados, era razón de que los navíos franceses hubiesen abandonado aquel derrotero», según declaraba el conde en un memorial que dirigió a S.M. solicitando el título de marqués.
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Esta fortificación fue destruida y reconstruida muchas veces, lo que motivó que al islote le haya quedado el nombre de
El Quemado
. Servía también de
atalaya costera
, por lo que tenía campana para alertar a la población de los ataques por mar.