Y al año siguiente, él sucedió a su padre como marqués de San Adrián.
Representó a ambos al aire libre, siguiendo la moda inglesa neoclásica, probablemente en la quinta que ella poseía en el actual barrio madrileño de Chamberí.
Por este motivo, la Junta Suprema Central le declararía «fuera de la ley» en 1819.
Regresó a España tras el Pronunciamiento de Riego (1820) y la consiguiente amnistía para los afrancesados.
Su petición no fue aprobada por Fernando VII hasta 1827, y quedó definitivamente purificado en 1829.
En este año ingresó en la Orden de Calatrava[6] y se reincorporó a las funciones palatinas, que desempeñó hasta su muerte.
Era por derecho propio procurador del brazo militar en las Cortes de Navarra.