Además, durante la guerra estallaron insurrecciones en los ducados del norte, que pidieron y obtuvieron la anexión al Reino sardo-piamontés, con lo cual se cumplió la primera fase de la unificación.En las edades siguientes, Italia seguiría siendo disputada por muchos Estados más y no volvería a estar su península unificada nuevamente hasta el siglo XIX.Esos elementos estuvieron también influenciados por la vida nacional en edad post-resurgimental, o sea, cuando ya se había constituido un Estado italiano unitario.Las ideas que impulsaron la Revolución Francesa de 1789 dieron un sentido especial a la literatura italiana en la segunda mitad del siglo XVIII.Este fenómeno fue una repetición de lo que ya había ocurrido en la primera mitad del siglo XV.Los ideales revolucionarios también se propagaron a través de sociedades secretas, tales como los carbonarios, los adelfos y los neogüelfos.Pero la revolución, que no contaba con suficiente apoyo popular, cayó bajo las tropas austríacas de la Santa Alianza.Muchos partidarios de la revolución en Nápoles, incluyendo el erudito Michele Amari, fueron forzados al exilio durante las siguientes décadas o fusilados.Sin embargo, temiendo perder su trono, Luis Felipe decidió no intervenir en la sublevación prevista de Menotti.Esta no llegó a ocurrir porque en 1831 la policía papal descubrió los planes de Menotti, quien fue arrestado junto con otros conspiradores.Al mismo tiempo, surgieron otras insurrecciones en las legaciones papales de Bolonia, Ferrara, Rávena, Forlì, Ancona y Perugia.Los revolucionarios adoptaron la bandera tricolore y establecieron un gobierno provisional que proclamaba la creación de una Estado italiano políticamente unificado.Las rebeliones en Módena y las legaciones papales inspiraron una actividad similar en el ducado de Parma, donde también fue adoptada la tricolore.Luis Felipe retuvo cualquier ayuda militar e incluso arrestó a patriotas italianos que vivían en Francia.Carlos Alberto, aunque era aliado de los napolitanos, mantuvo una posición cautelosa, lo que disgustó profundamente al Borbón.Carlos Alberto rompió la tregua con Austria, pero cuando perdió en Novara abdicó a favor de Víctor Manuel II.Camillo Benso, conde de Cavour, llegó a primer ministro en 1852, y también él tenía ambiciones expansionistas.Pero decidió prestar una ayuda sin condiciones, para ganarse la confianza de las potencias occidentales, considerando que los resultados favorables se obtendrían más adelante.Contrarrestando la avanzada piamontesa salvarían sus dominios en Italia; por el contrario, invadir Turín, podría significar una derrota.El comando austríaco, por otra parte, realizó una gran inversión estratégica, que difícilmente pudo ser explicada sin asumir una cierta confusión.Víctor Manuel II no podía continuar la guerra sin la ayuda francesa, por lo que aceptó el acuerdo franco-austríaco.[21] Sin embargo, atravesaba una situación política delicada: al tener un rey con poca autoridad y muy represivo, el pueblo era propenso a rebelarse.En abril de 1860 unas revoluciones frustradas en Mesina y en Palermo aumentaron los ánimos revolucionarios, pero nadie en el sur de Italia lograba combatir al ejército borbónico del Estado; ya en el año 1844 habían fracasado los hermanos Bandiera y, en 1857, Carlo Pisacane.Los ingleses no hicieron nada para ayudar a Garibaldi,[23] pero condicionaron la reacción de la marina militar borbónica[24] que fue tardía e ineficaz.La fórmula era: "¿El pueblo quiere una Italia unida e indivisible con Víctor Manuel II como rey constitucional y sus sucesores?".Custoza supuso un gran retraso de las operaciones, por el tiempo perdido en reorganizarse, y se temió una contraofensiva austríaca.Pero Garibaldi recibió órdenes del gobierno italiano de abandonar Trentino, a las cuales debió obedecer.Esta situación, llamada Cuestión Romana, no cambió hasta 1929, cuando, Benito Mussolini y Pío XI, firmaron los Pactos de Letrán.[40] Estas rebeliones, conocidas como «brigantaggio post-unitario», se transformaron en una sangrienta guerra civil que duró casi diez años.Poco después, en 1870, el rey dio poderes extraordinarios al general Enrico Cialdini, para que interviniera en las áreas rurales del ex Reino de las Dos Sicilias, y lo que quedaba de las rebeliones pudo ser sofocado totalmente solo hacia el año 1878.
Placa en Memoria de los
Carbonarios
Angelo Targhini y Leonida Montanari en
Roma
.
Giuseppe Elia Benza, patriota, abogado y publicista italiano.