Se educó con maestros no solo buenos, sino excelentes, y recibió la tonsura a los trece años.
Gracias a esta obra Pío VI le ordenó que lo acompañase a Viena y como fruto de este viaje Monti escribió en 1782 El peregrino apostólico, un mediocre poema laudatorio que se sumó a otros compuestos por los poetas de la época en homenaje al papa viajero.
Pío VI alentaba la creación poética porque pretendía presidir la intelectualidad neoclásica romana, aunque era muy criticado, y además impulsó una serie de reformas civiles ilustradas como terrar las marismas y dedicarlas al cultivo (en el Agro Pontino, por ejemplo).
Y La Feroníada es un poema mitológico que escribió Monti para exaltar esta actividad civil del sumo pontífice.
Este poema es el mejor testimonio del límpido clasicismo de Monti.
Más tarde se casa con Teresa Pikler y adviene la Revolución francesa.
Escribe asimismo Prometeo, imitando al dramaturgo griego clásico Esquilo, y canta la obra de Napoleón.
Y, como es natural, Monti prosigue con sus obras laudatorias considerando a Napoleón casi como un dios.
En sus últimos años traduce pane lucrando fragmentos del Filoctetes sofocleo, hexámetros latinos de su amigo Dionigi Strocchi y partes de la Tunisiade del prelado Giovanni Ladislao Pyrker.
Y por esa época lee el himno Alla Primavera de Giacomo Leopardi (1824).
Como se puede fácilmente imaginar, esta obra no dejó indiferente a nadie y suscitó numerosas contestaciones polémicas; la más famosa fue la de Niccolò Tommaseo.
El crítico Cesare Cantu sin embargo notó que la oposición de Monti al Romanticismo no era cerrada: solo le molestaban los aspectos oscuros y macabros de esta estética que consideraba vulgares, opuestos y antitéticos a la luz del día y a su concepción solar de la poesía.
Su esposa y su hija se definen como el único consuelo de la vejez del poeta.
Escribió además siete volúmenes de Proposte di alcune correzioni ed aggiunte al Vocabolario della Crusca contra los puristas en lexicografía.