El gatopardo (título original, Il Gattopardo)[1][2][3][4] es una novela escrita por Giuseppe Tomasi di Lampedusa, entre finales de 1954 y 1957.
La aristocracia, representada por el Príncipe Fabrizio, comprende que el final de su supremacía se acerca: es el momento de que se aprovechen de la situación política los burócratas y la burguesía, las nuevas clases sociales emergentes que sacarán provecho del nuevo régimen generado por la unificación italiana.
Cuando, como todos los años, el Príncipe se traslada con toda su familia a la residencia estival de Donnafugata, se encuentra a un nuevo alcalde, Don Calogero Sedàra, un prestamista y usurero burgués de origen humilde que se ha enriquecido y ha hecho carrera como político, junto a su hija Angélica, una joven de gran belleza.
Poco después Tancredi pide a su tío Fabrizio que interceda ante Don Calogero para casarse con Angelica, fascinado probablemente por su gran belleza, pero sobre todo porque Tancredi ambiciona hacer carrera en la política del Reino de Italia y para ello precisa vincularse con un burgués cercano al nuevo régimen.
En su casa permanecerán las tres hijas solteras, amargadas por su vida cerrada y solitaria, lideradas por Concetta, dedicadas a coleccionar falsas reliquias de santos.
El gatopardo está originalmente escrita en italiano, aunque aparecen frecuentemente frases en latín y francés.
El personaje de Tancredi declara a su tío Fabrizio la conocida frase «Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie» (en italiano: «Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi»).
La burguesía leal a la Casa de Saboya simplemente sustituyó a los aristócratas como nueva élite que acaparó para sí todo el poder político, recurriendo incluso al fraude electoral bajo una apariencia democrática.
Pero los leopardos, chacales y ovejas seguiremos considerándonos como la sal de la tierra».
De hecho, Tomasi di Lampedusa fue acusado de reaccionario por mostrar como arribistas deshonestos a los políticos que habían apoyado la unificación italiana, lo cual fue tomado como una grave ofensa por la historiografía oficial italiana.