A partir de la matriz lógico-matemática y del término metalenguaje desde el ámbito de la lingüística (Roman Jakobson, 1959), la noción fue aplicada entre otros al campo literario (metaliteratura, por Roland Barthes en 1959; metateatro, por Lionel Abel en 1963; etcétera) y a otros campos (Douglas R. Hofstadter, 1979).La reflexividad aplicada al pensamiento y a las artes contemporáneas ha propiciado la aparición de una familia conceptual de términos muy amplia (metamatemática, metalógica, metacomunicación, metadiscurso, metanarración, metarrelato, metatexto) con sus correspondientes tipos “genéricos” y artísticos (metapoesía, metateatro, metanovela, metacuento, metapintura, metacine, metacómic, etcétera) y que, complementariamente, se relaciona con otros términos que albergan o especifican diferentes matices, como novela autoconsciente, novela autorreferencial, novela narcisista, surfiction, superficción, fabulación, antinovela, etcétera.Ya propiamente comprendido el concepto en cuanto metaficción, este ha sido definido y acotado por múltiples teóricos y críticos, principalmente desde el ámbito de la investigación literaria, si bien su presencia no se remite solo a este.Robert Alter estableció en 1975 la definición del término, que resultará canónica: “Una novela autoconsciente, en pocas palabras, es una novela que hace alarde sistemáticamente de su propia condición de artificio, explorando la relación conflictiva entre un artificio con apariencia real y la realidad” (“A self-conscious novel, briefly, is a novel that systematically flaunts its own condition of artifice and that by so doing probes into the problematic relationship between real-seeming artifice and reality”).Otra definición a considerar es la ofrecida por Kellman sobre el relato autogenerado (self-beggeting novel), en cuanto: “relato, frecuentemente en primera persona, del desarrollo de un personaje hasta el momento que coge su bolígrafo y escribe la novela que nosotros acabamos de leer”.Otras propuestas tipológicas y de análisis de la metaficción, si cabe más operativas, proceden del ámbito hispánico, considerado este tanto como aplicación crítica sobre la literatura en lengua española de las categorías teóricas anteriores, como los estudios teóricos que surgen directamente del ámbito académico hispánico o del hispanismo.Esta distinción entre un tipo metadiscursivo de otro metanarrativo resulta a la postre, como se ve, la que ha alcanzado un mayor consenso y operativad críticos: como también la de signo más propiamente hispánico, habiendo sido ya manejada, como se dijo, por Pérez Firmat, y, con diversos matices conceptuales o terminológicos, también entre los trabajos de García, Gil González, o en último lugar, Francisco G. Orejas.En el ámbito hispanoamericano habría que mencionar, por último, las relevantes aportaciones de especialistas como Lauro Zavala (orientadas al cuento y al microrrelato, principalmente), Amalia Pulgarín (a la metaficción historiográfica) o Laura Scarano (por su parte, a la metapoesía española), entre otros.Los mecanismos concretos destinados a activar y proyectar el sentido metaficcional sobre un texto u obra son de muy diversa índole, a la vez que pueden ser agrupados en tipos principales, que por otra parte pueden presentarse de forma combinada, en diferentes proporciones, en una misma obra: En cualquier caso, es necesario advertir igualmente que este tipo de mecanismos no siempre actúan con una intención específicamente metaficcional, o que aun siendo este uno de sus valores, puede no resultar predominante e incluso pasar desapercibido como tal para el receptor.Si se continúa rastreando dentro de la tradición hispánica, pero esta vez en el ámbito latinoamericano, destaca la figura del argentino Macedonio Fernández, cuya obra puede considerarse, también en este aspecto, muy novedosa y adelantada a su época, porque se desarrolla entre finales del siglo XIX y principios del XX, antes de que la Vanguardia irrumpa en el panorama literario.Hasta ahora se han mencionado principalmente autores y obras que pertenecen al género narrativo.Sin embargo, tanto en teatro como en poesía la modalidad “meta” tendrá también tempranamente algunos de sus exponentes más emblemáticos.A New View of Dramatic Form (1963), para designar las piezas escénicas que, no correspondiendo en sus planteamientos y estructura a la tragedia y comedia tradicionales, se ciñen, según señaló Francisco Ruiz Ramón, a dos postulados básicos que son también dos tópicos literarios: el mundo como escenario (Theatrum mundi) y la vida como sueño (Vita somnium).Sin embargo, es hacia la mitad del siglo XX cuando este fenómeno adquiere fuerza en la poesía española.Los que se podrían considerar iniciadores del corpus posmoderno de la metaficción son autores que comenzaron su quehacer literario en la primera mitad del siglo XX, cuando la noción de “posmodernismo” todavía no existía, aunque sí comenzaban a vislumbrarse sus rasgos: son Beckett (More Pricks than Kicks, 1934, y Murphy, 1938), Nabokov (Pale Fire, 1962), Joyce (Retrato del artista adolescente, 1914-15), Faulkner (Absalom!Es ese cine capaz de reflexionar sobre los procesos cinematográficos, los medios expresivos y su evolución enunciadora, a partir de múltiples herramientas discursivas y/o argumentales que le hacen volverse sobre sí mismo y llegar a transformar esa reflexión en centro temático, propiciando las actitudes autorreferenciales.Las filmografías de Federico Fellini y François Truffaut son los mayores referentes del cine europeo metaficcional.Intriga (1942), del cineasta gallego Antonio Román, y Vida en sombras (1948), de Lorenzo Llobet, constituyen ejemplos tempranos de cine dentro del cine en una época en la que este arte comenzaba a tener cada vez mayor presencia en la sociedad española.Por su parte, la legendaria obra de culto experimental Arrebato (1979) ahonda en los entresijos del cine.El siglo XXI continuó ofreciendo importantes ejemplos decidídamente metaficcionales: Fuera del cuerpo (2004), de Vicente Peñarrocha, es casi un desarrollo teórico sobre la cuestión.El mismo Spiegelman habló sobre su propio proceso creativo y reivindicó la autonomía de este arte en Breakdowns (1978).Otra vertiente es la de los personajes que se dirigen directamente al lector, como a veces hace Mafalda.Los videojuegos son, como concepto, la ficción más interactiva, por lo que siempre hay un vínculo directo con la realidad: el jugador debe salir de su mundo para entrar en la ficción que se le ofrece.Estas referencias directas del personaje al jugador se dan en otros juegos, como la saga de Mundodisco.En ese momento el vibrador del mando se activa y lo hace moverse, instaurando la ficción dentro de la realidad.Por ejemplo, juegos como el Wii Fit, pensando para hacer gimnasia, se dirigen directamente al jugador dándole instrucciones que debe realizar físicamente, como subirse a la plataforma periférica que acompaña al juego.Éste habla al jugador sobre, por ejemplo, su peso en relación con su altura, aconsejándole sobre lo que debe hacer.Dos casos a tener en cuenta serían las intermedialidades o remediaciones con sentido metaficcional y las referencias dentro de la cibercultura.Las obras quizá más conocidas pertenecen al cine, como la película sobre videojuegos ExistenZ (David Cronenberg), las cintas sobre realidad virtual como Videodrome (también de Cronenberg) y la saga The Matrix (de las hermanas Wachowski).Ejemplos de esto son: Música: Cómic: Videojuegos: Cine y televisión: Literatura: