[6] Con estas bases, aparecieron en la escena Joaquín Costa y el Regeneracionismo, movimiento por el cual aquel buscaba la reconstrucción interna de España por medio de dos caminos fundamentales: una reforma agraria que fuera efectiva y que el pueblo fuera instruido, que recibiera educación de calidad.
[7] A este grupo se le ha nombrado la Generación del 98 en la cual sus miembros se caracterizarían por criticarlo absolutamente todo;[9] en ella se engloba a autores como: Antonio Machado, José Martínez Ruíz “Azorín”, Pío Baroja, Ramiro de Maeztu, Ramón del Valle-Inclán y Miguel de Unamuno.
[11] C. A. Longhurst dice que el periodo modernista europeo se puede dividir en dos etapas, donde la primera abarcaría desde la década de 1890 hasta la Primera Guerra Mundial, y la segunda del término de esta al inicio de la Segunda Guerra Mundial (respecto a Europa) o hasta la Guerra Civil (en España).
En la primera fase, se puede apreciar la transformación de la novela realista y su cambio del enfoque externo (social), al interno (psicológico), estos cambios comenzados, principalmente, por Galdós y Pardo Bazán, se vieron afianzados por los escritores de la Generación del 98, que si bien no se separaron completamente del contexto social, sí negaron que este fuera “el punto de referencia del individuo”[12] pues los modernistas dejaron de considerar a la novela como una herramienta que permitía reflejar la sociedad y prefirieron centrarla en la subjetividad.
Como principales características de estos escritos, se puede apreciar la atenuación del argumento, una caracterización menos profunda de los personajes y una mayor flexibilidad en cuanto a la forma misma de la novela; esta comienza a explorar todas sus posibilidades por lo que se vuelve más lúdica y autorreferencial.
Los resultados son inesperados cuando Unamuno se pronuncia como su creador y le dice que es un ente de ficción a quien, incluso, puede matar si lo desea.
Por último, la tercera parte se compone del engaño de Eugenia a Augusto al escapar con Mauricio, ya que esto propicia que el protagonista se sienta perdido y de la visita del protagonista a Miguel de Unamuno, personaje identificado con el autor del texto.
Sus constantes cuestionamientos existenciales lo llevan a la muerte al enfrentarse con el hombre que le ha dado una vida ficticia.
Está en contra de seguir las construcciones establecidas por la sociedad y, para curarse un poco del tiempo libre, decide crear una forma literaria llamada “nivola”, la cual tendría un poco que ver con la novela tradicional en cuanto a su estructura, pero se distinguiría de ella al estar formada mayoritariamente de diálogos.
Constantemente califica los juicios de Augusto como vanos y poco certeros, orillando a que su amigo tenga monólogos más extensos.
Finalmente, cuando su hijo nace, se siente pleno y satisfecho con su vida cotidiana.
A partir de ese momento, Augusto se asume como un personaje e intenta demostrarle al escritor que él también es un ente de ficción creado por Dios; al notar esa rebelión, Unamuno lo condena a muerte.
Tiene un carácter fuerte, dominante y aparentemente no se deja influenciar por nadie.
Pero tiene una relación secreta con Mauricio, quien parece dominarla hasta el punto de convertirla en una manipuladora que intenta generar una relación con Augusto para conseguirle un trabajo a su novio; tiempo después decide huir con su pretendiente y abandona a Augusto dejándole una nota de disculpas donde le aconseja buscar a Rosario.
Rosario:[18] Es una muchacha que lleva la ropa planchada a la casa de Augusto, quien la enamora cuando es rechazado por Eugenia y la abandona cuando esta lo acepta.
[20]No obstante, a pesar de ese resumen puesto en boca de Augusto, son reconocibles las demás figuras femeninas mencionadas con anterioridad que, aunque no tengan un peso tan central e incisivo en la vida de Augusto, son remarcables por su carácter o por lo que aportan a la novela en otras dimensiones distintas.
[25] Para este autor, esa incertidumbre que genera la inmortalidad, origina el miedo a no-ser “y una renuncia a la conciencia de ser-en-el-mundo en favor de una reinserción armónica en la Creación”.
[32] Gracias a esto, según menciona esta autora, Niebla permite que el receptor sea también un cocreador del texto.