Autoficción

En primer lugar, se invierte el principio de identidad plena que tiene el autobiógrafo con su narrador textual, pues el novelista se distancia del suyo, ya que “los nombres del narrador o de los héroes novelescos no son los del autor, son distintos de éste y no pueden ser erróneamente identificados.

En este sentido bernardo Borkenztain (2019, columna radial "Las Mil Noches y una Noche", programa ABREPALABRA introduce una alternativa, la de "pacto difuso", en el entendido de que en la obra no se produce ambigüedad, sino que en realidad es un pacto difuso, con una demarcación sin una frontera definida.

El término fue acuñado por el escritor Serge Doubrovsky con su novela Fils, publicada en 1977, para dar nombre a esta práctica literaria que en diferente medida ya se había manifestado en obras de diversas latitudes y épocas, pero que no se había aterrizado adecuadamente para ser entendida como un fenómeno particular, pues, como dice Manuel Alberca, uno de los principales teóricos del tema: “Hasta que Doubrovsky no lo formuló, no se había tenido conciencia teórica ni genérica de la especifidad de este tipo de relatos olvidados, rechazados, incomprensibles e inclasificables por su forma contradictoria.” (141) Ahora se puede observar en obras de escritores como Unamuno o Azorín que, pese a preceder en algunas décadas a la aparición de este neologismo, utilizan a todas luces recursos autoficcionales, “pues ambos no cuentan lo que hacen, sino que aspiran a hacer lo que proyectan sus respectivos personajes.” (Alberca, 143).

En las novelas autobiográficas de origen decimonónico, el autor podía jugar a esconder su identidad y utilizaba su biografía con disimulo, porque en buena medida la figura del autor y su vida eran todavía ajenas al circuito literario.

Fue entonces necesario nombrar la forma literaria particular que presentaban este tipo de textos, pues la confusión que despertaba debido a la aparición de sus características tan extrañas en diversas obras requería ser conceptualizada bajo un término, si bien este resulta asimismo ambiguo.

Ha ocurrido en el caso de la novela No ficción del chileno Alberto Fuguet, donde algunos críticos[1]​ se han referido a ella como "autoficción", cuando se trata en realidad de una novela realista basada en experiencias del autor.

Un ejemplo clásico de autoficción es La divina comedia, en la que el poeta Dante Alighieri narra su descenso al infierno, utilizando así su persona en una experiencia ficticia.

Lista, no exhaustiva, de algunos autores asimilados por la crítica a la llamada corriente "autoficticia" o que se reivindican como "autoficcionalistas":