Cindy Sherman

Cindy Sherman se empezó a interesar por las Artes Visuales en la Universidad de Buffalo.

Durante este tiempo, conoció a Robert Longo un artista que será muy importante en su vida.

Estas fotografías, autorretratos conceptuales, vendrían a ser conocidas como Complete Untitled Film Stills (1977-1980),.

Sus fotografías muestran personajes construidos con pelucas, sombreros, vestidos, ropa diferente a la suya.

Durante los años setenta, Sherman jugó un papel preponderante en la reestructuración feminista del cuerpo, movimiento originado y mantenido por las mujeres.

Para algunos resultaría fácil calificar las fotografías de Sherman como arbitrarias; su efecto teatral respondería a su naturaleza esencialmente artificial.

Vistas de este modo, las imágenes pierden su extravagante intensidad y se convierten en crítica a la femineidad tal como Hollywood la representa.

Como veremos, en su última obra la artista sucumbe al rencor y a una visión negativa de la mujer.

Hace hincapié en el momento que surge cuando una mujer ya no sabe si está interpretando un papel o revelando su propio ser.

En general las fotografías funcionan como alternativas a lo ordinario, ese ser pedestre en el que la mayoría nos apoyamos para pasar los días.

Aunque no es una fotografía para Playboy, sí posee una atracción genuina al mostrar el contorno (vestido) del cuerpo de Sherman.

Transforma su ropaje psicológico desde una ingenuidad supuestamente inocente hasta las imágenes que muestran, en un proceso de enojo ascendente, a una mujer cuyas interpretaciones alcanzan una ferocidad prácticamente mitológica.

De nuevo su mirada se dirige hacia alguien o algo que no vemos.

Las poses románticas se incluyen en un buen número de sus primeras fotos, pero no abruman al espectador.

Debido a que carecen de ideología en sentido tradicional, tratan más sobre los sentimientos, sobre la psicología.

Por lo tanto no pertenecen al arte más politizado de su época, aunque quede claro que los asuntos que trata pertenecen a la personificación del género, visto por una mujer interpretando para el placer de los hombres.

La razón de que esto ocurra parece tener pocas explicaciones o justificaciones.

Siempre ha existido un componente surreal en su sensibilidad –los fotogramas invierten la expectación al sugerir una realidad que finalmente es producto de la imaginación-.

En el primer caso, Sherman apenas muestra su cuerpo en estas imágenes, por lo tanto es difícil afirmar que está hablando sobre ella.

En Sin título#250 (1992) el rostro de una vieja y horrorosa mujer, con unos cuantos  pelos rubios sintéticos que salpican una cabeza prácticamente calva, mira directamente al espectador.

Uno no puede imaginar trabajo más distante del de sus inicios que la hizo famosa.

Cuando tenía 20 años parecía haber resuelto el eterno dilema de la mujer, forzada como está a interpretar su género.

En otro trabajo, Sin título#183 (1988) Sherman interpreta el papel de una matrona renacentista, su profundo escote permite apreciar unos enormes pechos falsos.

El grotesco maquillaje  distribuido en gruesas capas la convierten en una caricatura aparentemente quemada por el sol, que llega al extremo de resultar irreconocible.

Esto sucede en el lado izquierdo de la fotografía, en el derecho la vemos con un largo cabello moreno y ataviada con una falda marrón hasta los pies.

Tras la figura hallamos lo que parece ser una escena del siglo XIX, un lago rodeado por un frondoso bosque.

En estos últimos trabajos, parece como si Sherman no estuviera terminando con estrépito, sino más bien con un quejido.

Pero Sherman no ha llegado todavía a los sesenta años, así que sería prematuro caracterizar esto como su despedida del arte.

Las mujeres aprenden la clase de comportamiento del que Sherman se mofa, no es como si estuvieran genéticamente preparadas para agradar.

El enfado del que las fotografías de Sherman están imbuidas es mucho más accesible, sin embargo es un efecto distante.