Desde el punto de vista etimológico, intriga es el nombre de la acción del verbo intrigar, que nos llega a través del italiano intrigare, pero que procede del latín intricare (enredar, embrollar), verbo este prefijado con in (en el interior, intensamente) y asociado con tricari (buscar enredos, líos, o embrollos).
[2] A su vez tricari se deriva de la palabra tricae (embrollos, molestias, líos, o impedimentos), vocablo usado siempre así en plural y en sentido figurado, y procedente de la lengua vulgar o rústica, donde casi con total seguridad en el origen significó malas hierbas.
Y estas historias en forma de narraciones son un deleite para la vida.
Las historias, así mismo, precisan de unidad orgánica y estructural.
Al ser imitaciones o representaciones de lo real –y no lo real en sí mismo–, para ser fiel a lo que se imita, ha de condensar, recrear, y filtrar la realidad; y es ahí donde aparece la intriga.