[1] La escritora uruguaya Cristina Peri Rossi considera que Onetti es «uno de los pocos existencialistas en lengua castellana».
Onetti recordó su infancia como una época feliz, describiendo a sus padres como una pareja muy unida y amorosa con sus hijos.
Ese año, Onetti obtuvo el segundo lugar, con su novela Tierra de nadie, la cual publicó en 1941, en un concurso convocado por la editorial Losada.
El jurado estuvo compuesto por Guillermo de Torre, Norah Lange y Jorge Luis Borges.
[10] Poco tiempo después, Onetti fue enviado como corresponsal a Buenos Aires, donde permaneció hasta 1955.
En 1945 se casó con una compañera de trabajo en Reuters: la neerlandesa Elizabeth María Pekelharing.
En 1964 publicó Juntacadáveres, novela que llegaría a ser finalista del Premio Rómulo Gallegos en 1967.
Debido a que tanto el relato como su autor fueron censurados por el dictador uruguayo Juan María Bordaberry, Onetti fue detenido y encerrado en un hospital psiquiátrico, de donde logró salir al cabo de tres meses gracias a la intervención del entonces director de Cuadernos Hispanoamericanos, el poeta español Félix Grande, quien recogió firmas para lograr la liberación del escritor uruguayo y la del diplomático español Juan Ignacio Tena Ybarra (entonces director del Instituto de Cultura Hispánica).
Onetti decidió entonces instalarse definitivamente en la capital española, donde residió durante casi veinte años.
Prácticamente no salía de su cama, en la que se la pasaba leyendo, fumando y tomando whisky.
Siguiendo su última voluntad, sus restos fueron cremados en el Cementerio de La Almudena (Madrid).
Como él, Onetti creó un mundo ficcional autónomo, cuyo centro es la inexistente ciudad de «Santa María».
En varios ocasiones manifestó su gran admiración por la obra de Marcel Proust, James Joyce, Ernst Hemingway y Fiódor Dostoyevski, entre otros.