À la recherche du temps perdu es una gran reflexión sobre el tiempo, el recuerdo, el arte, las pasiones y las relaciones humanas atravesada por un sentimiento del fracaso y el vacío de la existencia, animada por más de doscientos personajes —que Proust compuso cuidadosamente amalgamando en cada uno trazos de las diversas personas que había conocido a lo largo de su vida— y fundamentalmente por el narrador, a quien seguimos en su largo y minucioso recordar desde el día en que una magdalena remojada en té reabrió inesperadamente a su memoria las puertas de un pasado lejano y olvidado ya (véase: Magdalena de Proust), que poco a poco comienza a ser exhumado mediante toda clase de recursos imaginables puestos en práctica a lo largo del relato: descripciones poéticas, comparaciones y metáforas, reflexiones filosóficas y exposiciones literarias de teorías metafísicas, anécdotas, discusiones y conversaciones que entrecruzan los más variados personajes en los más diversos lugares.
[3] Tradujo a John Ruskin (The Bible of Amiens, Sesame and Lilies) con ayuda de su madre, cuyo inglés era excelente, como ejercicio para dominar ese idioma.
La casa se encontraba en Illiers, el pueblo del padre, a unos 25 kilómetros de Chartres.
Marcel, niño débil y asmático, sufría especialmente en los primeros días de cada primavera el polen liberado por las flores.
Entabló amistad, además de con Jacques Bizet, con Fernand Gregh y Daniel Halévy, junto a quien solía publicar en las revistas literarias del liceo.
Su ascenso mundano comenzaba y ya no se detendría hasta su retiro de los salones mucho más adelante (se llegaría a decir que "se proustituía" sobre alguien que experimentaba un veloz ascenso social), pues la elegancia de Proust y el encanto de su charla maravillaba a las damas del gran mundo.
Para otros, en cambio, el comportamiento de Proust era reprobable y le provocaba mala fama; así para André Gide, quien admitiría haber prejuzgado los manuscritos de À la recherche por la mala impresión que su autor le había causado.
[1] Fue esta una de las etapas que más mediatizaron al autor y a su obra.
También fue por esos años cuando Proust mantuvo la primera relación homosexual de que se tiene registro en su vida.
Este periodo de su vida, sin embargo, concluyó rápidamente puesto que, en 1889, Proust decidió ingresar como voluntario en el servicio militar.
A través de ella, Marcel conoció al famoso escritor, sobre el cual fraguó el personaje de Bergotte, a Alexandre Dumas (hijo) y al filósofo Víctor Brochard.
Este, escritor y homosexual que escandalizaba por hacer públicas sus inclinaciones de forma exagerada, hizo una crítica feroz al libro y, además, daba a entender que Proust era amante de Lucien Daudet.
Marcel Proust se sintió ofendido, no aceptaba que su homosexualidad se reconociera en sociedad, y lo retó a duelo, el cual afortunadamente no tuvo consecuencias pues parece que ambos dispararon al aire.
Se sintió en absoluta soledad y enfermo, solo tenía a su hermano Robert, pero estaba casado.
Pero esta no comenzaría a escribirse sino hacia 1907, y lo que Proust produjo en esta época fue otra novela que de alguna manera anuncia À la recherche... por su estilo, por sus temas, por el protagonista, por el afán de rescatar el tiempo pasado, por prefigurar ya la revolución de la novela, pero que su autor, insatisfecho, dejaría inconclusa.
En ella evoca Proust especialmente el caso Dreyfus, del cual fue un participante apasionado: fue él uno de los primeros en hacer circular una petición en favor del capitán Dreyfus, judío acusado injustamente de traición, la cual hizo firmar, entre otros, por Anatole France.
En 1896 Proust publicó a su costa Los placeres y los días, una recopilación de poemas en prosa, retratos y relatos largos en un estilo decadente, ilustrado por Madeleine Lemaire, dueña del salón que Proust frecuentaba con asiduidad junto con su amante francovenezolano Reynaldo Hahn, el cual contribuyó al libro con partituras compuestas por él, y prologado por Anatole France.
Así que, al fallecer este en 1900, Proust aprovechó para iniciar la traducción de su obra y emprendió varios peregrinajes al norte de Francia, a Amiens y sobre todo a Venecia, en donde residió una temporada con su madre; también en esta época aparecen sus primeros artículos sobre Ruskin en la Gazette des beaux-arts.
Con todo, y aun cuando estas traducciones fueron alabadas por personalidades como Henri Bergson, constituyeron un fracaso editorial.
Permaneció recluido durante quince años en el 102 del bulevar Haussmann en París, donde hizo cubrir las paredes de corcho para aislarse de ruidos y dedicarse sin ser molestado a su obra maestra, En busca del tiempo perdido (À la recherche du temps perdu).
Mientras tanto, se dedicó por completo a su obra, rehaciéndola y alcanzando así la extensión que tiene en la actualidad.
Muchas obras —incluida su extensa correspondencia— serían recopiladas y publicadas de manera póstuma, la última en 2012.
En general la obra de Proust posee un estilo literario muy característico e inconfundible, influido por el impresionismo y con marcado carácter simbolista.