Junto a Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes, fue uno de los exponentes centrales del boom latinoamericano.
[16] El pequeño «Cocó», como lo llamaba su familia, fue hijo de los argentinos Julio José Cortázar y María Herminia Descotte.
A los nueve años ya había leído a Julio Verne, Victor Hugo y Edgar Allan Poe, padeciendo por ello frecuentes pesadillas; de la misma forma, solía pasar horas leyendo el diccionario Pequeño Larousse.
[17] Cortázar fue un escritor precoz: a los nueve o diez años había escrito una pequeña novela —«afortunadamente perdida», según él mismo— e incluso antes algunos cuentos y sonetos.
Fue entonces cuando comenzó a frecuentar los estadios para ver boxeo, donde ideó una especie de filosofía de este deporte «eliminando el aspecto sangriento y cruel que provoca tanto rechazo y cólera».
[17] Comenzó sus estudios de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, aprobando el primer año; pese a esto, comprendió que debía utilizar el título que tenía para trabajar y ayudar a su madre.
Dictó clases en Bolívar, Saladillo (ciudad que figura en su Libreta Cívica como oficina de enrolamiento) y luego en Chivilcoy.
[22] Vivió en cuartos solitarios de pensiones, donde aprovechaba el tiempo libre para leer y escribir.
Publicó un importante trabajo teórico, Teoría del túnel, y en Los Anales de Buenos Aires, donde aparece su cuento «Bestiario».
Desde fines de los años cuarenta hasta 1953, colaboró con la revista Sur, fundada y dirigida por Victoria Ocampo.
1] En 1949, publicó el poema dramático «Los reyes», primera obra firmada con su nombre, ignorada por la crítica.
En 1951, publicó Bestiario, con ocho relatos que le valieron cierto reconocimiento en el ambiente local.
Dicho trabajo sería considerado luego por los críticos como la mejor traducción de la obra del estadounidense.
[28][29] Con su tercera pareja y segunda esposa, la escritora estadounidense Carol Dunlop, realizó numerosos viajes, entre otros a Polonia, donde participó en un congreso de solidaridad con Chile.
[31] Cortázar cultivó junto a su esposa Aurora una estrecha relación con la poeta Alejandra Pizarnik, adoptaron hacia ella una actitud de hermanos mayores.
En ese año apareció la que sería su mayor éxito editorial y le valdría el reconocimiento de ser parte del boom latinoamericano: la novela Rayuela, la cual se convirtió en un clásico de la literatura en español.
Al año siguiente, junto a otros escritores cercanos —Mario Vargas Llosa, Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre—, se opuso a la persecución y arresto del autor Heberto Padilla, desilusionado con la actitud del proceso cubano.
[42] Ese año fue miembro, junto con los escritores Gabriel García Márquez y Armando Uribe (este último, en su calidad de jurista), del Tribunal Russell II reunido en Roma para examinar la situación política en América Latina; en particular, las violaciones de los derechos humanos.
[45] Junto a escritores tales como Borges, Bioy Casares y Octavio Paz, pidieron la liberación de Juan Carlos Onetti, apresado por deliberar como jurado en favor del cuento El guardaespaldas de Nelson Marra, y cuyo encarcelamiento le significó secuelas traumáticas.
[6] Cortázar fue perseguido durante la dictadura militar ocurrida en Argentina entre 1976 y 1983, lideró las denuncias y acusaciones a los organismos de derechos humanos de los exiliados argentinos en París a la prensa internacional contra la dictadura.
Estas experiencias dieron como resultado una serie de textos que serían recopilados en el libro Nicaragua, tan violentamente dulce.
En 1983, tras la recuperación de la democracia en Argentina, Cortázar hizo un último viaje a su patria, donde fue recibido por sus admiradores, quienes lo pararían en la calle o le pedirían autógrafos, en contraste con la indiferencia de las autoridades —el presidente Raúl Alfonsín se negó a recibirlo—.
[54] A su funeral asistieron muchos amigos, así como sus exparejas Ugné Karvelis y Aurora Bernárdez.
Fue fundamental la presencia del profesor argentino Arturo Marasso, quien lo incitó a leerlos prestándole libros de su propiedad.
[17] Cortázar afirmó haber leído más novelas francesas y anglosajonas que españolas, lo que compensaba leyendo mucha poesía española, incluyendo a Salinas y Cernuda, a quienes dedicó comentarios entusiastas.
En su juventud intentó el ejercicio de la escritura cinematográfica, con un guion del que no queda registro.