Célebre por su novela experimental Museo de la Novela de la Eterna, publicada póstumamente en 1967,[2][3] ejerció gran influencia sobre la literatura argentina posterior, especialmente en Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Ricardo Piglia.
Asimismo, publicó relatos en La Montaña, el diario socialista dirigido por Leopoldo Lugones y José Ingenieros.
Al menos un testimonio escrito indica que en esa misma época Macedonio Fernández aspiraba a la obtención de un puesto en la enseñanza, probablemente en psicología o en filosofía, tal vez similar al que ejercía su amigo Jorge Guillermo Borges, profesor de psicología en el Instituto de Lenguas Vivas en ese entonces.
[5] Es en ese artículo que Macedonio Fernández hace público, con evidente orgullo, un intercambio epistolar con su admirado William James.
Cuando Jorge Luis Borges vuelve de Europa en 1921 redescubre a Macedonio, con quien comienza una prolongada amistad.
Borges, hacia 1960, dicta -ya ciego- un breve y sustancioso prólogo para una antología de Macedonio.
Detestaba todo aparato erudito, que entendía como una manera de eludir el pensamiento personal.
Con desparpajo y no cuestionada generosidad, atribuía su propia inteligencia a todos los hombres.
Borges conjetura que para eludir este último postuló la metafísica inexistencia del yo.
Un comentario que es prácticamente una frase hecha de lo repetido es que todos los autores posteriores copiaron en alguna medida a Macedonio Fernández, por ejemplo (en Siempre llega setiembre de Sergio Siminovich, 2006): -Debería haberse prohibido cualquier libro posterior a Macedonio.