Historia de la historieta en España

La historia del cómic en España puede remontarse muy atrás en el tiempo, dependiendo de lo que se entienda por historieta.Pronto hubo recopilaciones en álbumes como los de Francisco Ortego, Apeles Mestres ("Granizada", 1880 y "Cuentos vivos", 1882), J. Passos, Ramón Escaler, Ángel Pons, Xaudaró o Navarrete,[7]​ destacando también otros autores como Joan Llopart, Mecáchis, José Pando o Antoni Utrillo.El investigador Antonio Martín, cuya labor es fundamental para conocer este período, considera la serie El suero maravilloso de Robledano publicada en 1910 en la revista para niños "Infancia" como la primera historieta española con globos de diálogo.[10]​ Debido a esta influencia, las aventuras autóctonas se alargan y surgen autores de grafismo realista como Francisco Darnís, Salvador Mestres, Riera Rojas y Jaime Tomás, que se unen a los de grafismo caricaturesco, como José Cabrero Arnal o Arturo Moreno.Finalmente, durante la guerra civil española, se lanzaron publicaciones propagandísticas en ambos bandos, como Pelayos (1936), Flecha (1937), Pionero Rojo (1937) o Pionerín (1937), aunque en 1938 dejan de editarse las principales revistas barcelonesas.Clíper lanza El Coyote, con guiones del propio Mallorquí, y Toray, Hazañas Bélicas (1948) de Boixcar.Algunos realizarán series para diarios anglosajones, como Enrique Badía Romero (Modesty Blaise), Jordi Longarón (Friday Foster), José Ortiz y Luis Roca (Scarth), o para el mercado francés, como Víctor de la Fuente o Fuentes Man (Klip et Klop).[38]​ Se fue generando, mientras tanto, una corriente reivindicativa, un replanteamiento cultural que, en palabras de Javier Coma, fue previo al artístico[39]​ y que se manifiesta con la aparición de: Las grandes editoriales, además, empezaron a contratar a dibujantes que habían optado por trabajar para el mercado exterior y a lanzar números retrospectivos y colecciones compilantes, como la colección Olé!Finalmente, también proliferaron los tebeos estrictamente eróticos, generalmente de pésima calidad,[43]​ aunque pueda citarse alguna excepción como "Muerde" (1976).[46]​ Surgieron, en este clima, nuevos dibujantes como Mique Beltrán, Ceesepe, Guillem Cifré, Gallardo, Pere Joan, Mariscal, Max, Micharmut, Nazario, Roger, Scaramuix, Sento, Daniel Torres[47]​ o Luis Royo.Aprovechando la coyuntura favorable, también se estableceieron en el país los argentinos Horacio Altuna y Juan Giménez.En el proceso se dieron a conocer autores como Casanyes, Cera, Maikel, Marco, Miguel, Paco Nájera o Ramis y personajes de éxito como Goomer, Mot y Pafman.Entre las revistas para adultos, la situación no fue mucho mejor, cerrando "Cairo" (1991), "Creepy" (1992), "Zona 84" (1992) y "Cimoc" (1995) y lanzándose otras de breve vida, como "Gran Aventurero" (1989), "Puta Mili" (1992), "Viñetas" (1993), "Co&Co" (1993) o "Top Comics" (1993).Parecidas dificultades encontraron los autores que, poco antes de la crisis, se dieron a conocer mediante fanzines, como Zero Comics (1980-1984) de Beroy, Ricard Castells, Pedro Espinosa, Daspastoras, Pascual Ferry, Garcés, Kaffa, Rafa Estrada, Miguelanxo Prado o Mike Ratera.Surgieron fanzines (Amaníaco, El Batracio Amarillo, La Comictiva, Crétino, Kovalski Fly, Kristal, Paté de Marrano, Nosotros Somos Los Muertos, TMEO) y pequeñas editoriales (Dude, MegaMultimedia, Under Cómic, 7 Monos).De los veteranos, solo Alfonso Azpiri, Jordi Bernet, Carlos Giménez, Francisco Ibáñez, Jan o Max, pudieron permitirse el lujo de dedicar sus mayores esfuerzos a la historieta, ampliándose el número de los que trabajaban para el extranjero: Joan Boix, Ignasi Calvet Esteban, Pasqual Ferry, Salvador Larroca (primer español —excluido Aragonés— premiado con un Eisner por su trabajo en Iron Man), Esteban Maroto, Ana Miralles, Josep Nebot, Carlos Pacheco Perujo, Rubén Pellejero o Jorge David Redo.También empezaron a surgir editoriales independientes más estables, como De Ponent (1998), Sinsentido (1998), Astiberri (2001), Dolmen (2001), Dibbuks (2005) y Diábolo Ediciones (2006), que se centran en la producción de álbumes y novelas gráficas.(2001) o Mister K (2004) no prosperaron, cerrando además el suplemento Pequeño País en 2009.y aquellas que cuentan con subvención para su edición en catalán como Cavall Fort, Camacuc, Esquitx y Tretzevents, de tal forma que la recuperación del sector juvenil, «desatendido en su momento», se convirtió en un problema.[58]​ Se ponen también de moda las historietas de corte intimista, como las de Juan Berrio, Nacho Casanova, Calo, Sonia Pulido, Javi Rodríguez y Fermín Solís, aunque algunas se inscriban en el fantástico (Quim Bou, Víctor Santos, Santiago Valenzuela, Nacho Fernández), o sean tan variadas como inclasificables (Luis Durán, Studio Kôsen, Álex Fito, Javier de Isusi, Man, Hernán Migoya, Paco Roca, David Rubín).Aunque el Ministerio de Cultura ya había entregado su Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes a los historietistas Miguel Quesada (2000), Francisco Ibáñez (2001) y Carlos Giménez (2003) y al humorista gráfico Mingote (2004), en 2007 se crea en España un Premio Nacional del Cómic para premiar la mejor historieta de autor español del año, que constituyó un gran estímulo para el sector,[64]​ habiéndose alzado con él autores como Max, Paco Roca, Felipe Hernández Cava y Bartolomé Seguí, Altarriba y Kim, Santiago Valenzuela, Alfonso Zapico, Miguelanxo Prado, Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido, Santiago García y Javier Olivares, Pablo Auladell, Rayco Pulido o Ana Penyas.No obstante, la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes se ha seguido entregando a autores relacionados con la historieta tras el establecimiento del Premio, como Pura Campos, Román Gubern, Forges, Nazario, Ceesepe, Jan (rechazándola este último)[65]​ o El Roto.
Primer número de Dominguín (1915).
Historieta cómica de Tomás Padró .
Retrato de Antonio Segura .