En su búsqueda de un personaje con el que pudiera moverse libremente por los ambientes gais que pretendía retratar, descartaría una heroína del tipo Modesty Blaise o Barbarella y menos aún un héroe heterosexual.
Ese mundo irreal en el que las apariencias se subliman llegando a constituir una rutilante realidad en sí misma.
Incluso el propio Nazario no duda en mezclarse, junto con su novio y sus amigos, con los personajes de la historia, reuniéndose en los mismos bares, restaurantes y locales de alterne.
No olvidaría Nazario la impresión que le causaron las novelas gráficas eróticas que conoció allá por los setenta en su viaje a Italia: Sukia, Lucifera, Jacula o Zora la Vampira.
Hubo prohibición de una distribución normal en Estados Unidos de la traducción que Josep Toutain hizo al inglés, obligándole a plastificarla y limitando su venta a sexshops.