Historias de taberna galáctica
[3] Además, y como explica el propio autor: En la práctica, el autor recurrió al entrenamiento autógeno desarrollado por el neurólogo berlinés Johannes Heinrich Schultz,[5] recluyéndose en un tanque de aislamiento sensorial sito en Limoges.[2] Beà cerró La taberna, «justo en el momento que más interés despertaba entre los lectores de 1984», lo que le dio mucho disgusto a Toutain.Hubo varios motivos, como la visión quince días antes de la película Eraserhead de David Lynch, que había hecho mucha impresión a Beà,[4] y lo impulsaría a desarrollar su siguiente obra: En un lugar de la mente.[2] Para el crítico Javier Coma, "se adentra, con ironía y poesía muy rigurosas, en el cerebral universo de una sofisticada reflexión sobre nuestro mundo".[7] El éxito de la obra fue importante para la trayectoria posterior de su autor, ya que le permitió comprobar que había un público objetivo para sus historias.