Historieta en España

[6]​ En su trayectoria se inscriben revistas tan emblemáticas como Cairo, Chicos, En Patufet, Jaimito, El Jueves, Madriz, Rambla, Pulgarcito, TBO, El Víbora o Trinca; series como El Capitán Trueno, Cuto, Makinavaja, Makoki, Mortadelo y Filemón, Pumby, Torpedo 1936 o Zipi y Zape, y autores como Josep Coll, Mauro Entrialgo, Carlos Giménez, Jordi Bernet, Josep Maria Beà, Miguel Ángel Martín, Max, Miguelanxo Prado, Daniel Torres o Manuel Vázquez, incluyendo a pioneros como Apeles Mestres.

[14]​La historia del cómic en España puede remontarse muy atrás en el tiempo, dependiendo de lo que se entienda por historieta.

Por ello, y al igual que sucede en otros países europeos, existe una fuerte controversia sobre cuál fue el primer cómic autóctono, llegándose a citar las Cantigas de Santa María, realizadas probablemente entre 1260 y 1270 por el taller de Alfonso X «el Sabio» como tales.

[15]​ Desde la aparición del primer tebeo, Dominguín, en 1915, Barcelona ha sido la principal productora de los mismos.

[16]​ Bien es cierto que Madrid produce tebeos de calidad, como Chiquilín (1924), Pinocho (1925) o Macaco (1928), pero también más minoritarios.

[17]​ Durante las dos primeras décadas del siglo pasado, sin embargo, la distribución se limitaba a la región de procedencia, siendo bajas las tiradas:[18]​ Es en los años 30 cuando se populariza por fin el medio,[18]​ logrando TBO una tirada de 220 000 ejemplares en 1935.

[19]​ Durante la Guerra Civil, muchas editoriales desaparecieron, mientras que otras se subordinaron a los intereses partidistas en lugar de los comerciales.

[22]​ Además, la mayoría de los tebeos no consiguieron autorización como publicación periódica, lo que les obligaba a renovar continuamente su permiso de edición y a no incluir la numeración, la fecha ni idéntico título en la portada.

[25]​ Durante los años cincuenta sus editoriales más importantes fueron Bruguera, Cliper, Hispano Americana de Ediciones y Toray.

[30]​ En cualquier estanco se encontraban DDT, DinDan, Pulgarcito, y posteriormente Mortadelo, TBO, Pumby, relatos ilustrados, sobre todo de Bruguera, una gran oferta.

En 1973, las principales revistas tenían las siguientes tiradas: 35 000 ejemplares, Jaimito; 40 000, Pumby; 150 000, TBO, y 240 000, Pulgarcito.

Pocas familias en los años 20 se gastarían los 10 céntimos que costaba Dominguín, TBO o Pulgarcito.

[18]​ Es en la década siguiente cuando el tebeo inició su popularización en España, al compás de la disminución del analfabetismo y la mortalidad infantil, mientras aumentaba la concentración urbana.

[42]​ Sus ejemplares, junto a periódicos y revistas, se guardaban en la Biblioteca Nacional de España y el resto de hemerotecas, pero era frecuente que los archiveros sustrajesen el material para sus propios fines, por lo que la mayoría se ha perdido.

La mayoría de los festivales y salones cuentan con subvenciones públicas (véase más abajo).

Excepcionalmente, se ha llegado a dedicar alguna estatua al cómic autóctono, como la del El Capitán Trueno que el pueblo de Albuixech erigió en honor de Ambrós, paisano suyo y dibujante más célebre del personaje.

Estos personajes también conocieron en 1994 una serie de televisión, al igual que Zipi y Zape en 2003.

Proyectos como Historias de taberna galáctica[61]​[62]​ o Torpedo 1936[63]​ no llegarían siquiera a buen puerto.

Tapa del primer número de Dominguín (1915).
Primer número de Dominguín (1915).
Plaza del Tebeo en La Coruña .