Durante cerca de catorce años gobernó Felipe González gracias a que su partido, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), ganó cuatro elecciones generales consecutivas (1982, 1986, 1989 y 1993), las tres primeras por mayoría absoluta, una «proeza» «en la historia parlamentaria española, e incluso europea»[cita requerida].
En segundo lugar, porque por primera vez se producía la alternancia política propia de las democracias, gracias al libre ejercicio del voto por los ciudadanos.
[9] Sin embargo la situación económica y política que le legó el gobierno de Calvo Sotelo era muy complicada.
En cuanto al primero, se pusieron en marcha una serie de medidas encaminadas a la «profesionalización» del ejército y a su subordinación al poder civil, con lo que la idea de un poder militar «autónomo» quedó completamente descartada.
Tras este último caso, el golpismo desapareció completamente de la vida política española.
[17] El ministro Maravall también sacó adelante la Ley de Reforma Universitaria que concedió una amplia autonomía económica y académica a las Universidades y estableció un sistema para alcanzar la estabilidad del profesorado.
La Ley Orgánica del Poder Judicial aprobada por los socialistas fue recurrida al Tribunal Constitucional pero éste rechazó el recurso.
Hasta 1987 los atentados de los GAL causaron 28 víctimas mortales, en su inmensa mayoría en el «santuario francés».
[29] Desde un primer momento, los gobiernos socialistas se propusieron la integración plena de España en Europa.
Pero Felipe González y su gobierno anunciaron que iban a defender que España siguiera en la OTAN, aunque bajo tres condiciones atenuantes: la no incorporación a la estructura militar, la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares y la reducción de las bases militares norteamericanas en España.
El «NO» triunfó en cuatro comunidades: Cataluña, País Vasco, Navarra y Canarias.
Siguiendo las directrices del Libro blanco de la reindustralización presentado en mayo de 1983 por el ministro Carlos Solchaga, se cerraron empresas obsoletas o ruinosas, se dieron créditos a las empresas para que introdujeran las mejoras tecnológicas imprescindibles para aumentar su productividad y hacerlas más competitivas, etc.
Los sectores más afectados fueron la siderurgia y la construcción naval, especialmente las sobredimensionadas empresas públicas heredadas del franquismo.
No es casualidad, pues, que fueran en estos sectores donde se produjeran los mayores conflictos, proliferando los enfrentamientos entre los obreros y las fuerzas de orden público.
En un momento del debate Redondo le espetó al ministro: «Tu problema, Carlos, son los trabajadores; te has equivocado de trinchera».
[49] La huelga fue un éxito total y el país quedó completamente paralizado —se estimó que el paro lo secundaron ocho millones de trabajadores, además de autónomos y estudiantes— sin que se produjeran incidentes.
Por otro lado, gracias al crecimiento económico se pudieron revalorizar las pensiones y aumentar la cobertura del desempleo, especialmente la de los parados de larga duración, produciéndose, pues, una considerable expansión del gasto social.
[53] Además, se crearon las pensiones no contributivas, que en 1992 beneficiaron a 123 000 personas.
Alfonso Guerra restó importancia al asunto y, desafiante, se negó a dimitir.
[65] Este escándalo mostró las conexiones entre el gobierno socialista y la llamada beautiful people (gente guapa), anglicismo con el que se designaba a los hombres de negocios y «nuevos ricos» que habían surgido en la era socialista.
[69] En mayo de 1992 ya tuvo lugar una huelga general convocada por UGT y Comisiones Obreras como protesta por el «decretazo» del Gobierno, que recortaba las prestaciones por desempleo.
[61] El PSOE obtuvo 159 escaños, por 141 del PP, mientras que Izquierda Unida, liderada por Julio Anguita, consiguió 18 diputados.
[72] Según Santos Julià, la clave del inesperado triunfo del PSOE «se debió en muy destacada medida al liderazgo de Felipe González, que aseguró a sus electores haber entendido el "mensaje" y se hizo acompañar, como número dos en la candidatura de Madrid, de Baltasar Garzón, el juez que más se había significado por sus investigaciones sobre la guerra sucia contra ETA y el dinero negro del narcotráfico».
[73] La tarea más urgente del cuarto Gobierno de González fue afrontar la crisis económica.
En seguida reabrió el caso GAL y concedió la libertad provisional a los policías José Amedo y Michel Domínguez que habían sido condenados en 1988 por su participación en varios atentados atribuidos al Grupo Antiterrorista de Liberación, y que estaban dispuestos a contar todo lo que sabían una vez el Gobierno no aprobase su indulto, tal como se les había prometido.
[83][84] En marzo de 1995 se destapó otro gran escándalo relacionado con la «guerra sucia» contra ETA.
[85][86] Poco después estallaba otro nuevo escándalo conocido como el de los «papeles del CESID», que mostraría, según David Ruiz, las «cotas insólitas» que llegó a alcanzar «la estrategia de acoso al Gobierno presidido por Felipe González».
Se trataba de la sustracción por parte del segundo jefe del servicio secreto, el coronel Juan Alberto Perote, de una serie de documentos que al parecer implicaban a más políticos socialistas en el «caso de los GAL» y que Perote, según informó el diario El País, había entregado a Mario Conde para que chantajeara a las altas instancias del Estado para que neutralizaran las acciones judiciales emprendidas contra él y contra Javier de la Rosa.
El presidente del Gobierno Felipe González no tuvo más remedio que convocar elecciones generales anticipadas.
[87] El PP ganó las elecciones, pero no por el amplio margen que se esperaba, pues solamente superó al PSOE en 300 000 votos —9,7 millones frente a 9,4 millones— y se quedó lejos de la mayoría absoluta de 176 escaños.