Sin embargo, los esfuerzos iniciales destinados a someter la herejía no estuvieron bien coordinados y fueron ineficaces.
También se incluyeron los falsos conversos judaizantes/marranos y mahometizantes (debido a una conducta religiosa dual: públicamente se manifestaban como católicos, que solo era de nombre, porque de hecho practicaban otra religión abrahámica), junto a conversos que cayeran en sincretismo religioso con el paganismo (sobre todo el hinduismo), además de místicos cristianos que pudieran caer en tendencias esotéricas, haciéndoles caer en la apostasía o incluso abrazar el satanismo.
[7] La Inquisición medieval se presentó particularmente en las áreas de lo que hoy es Francia, Italia, Alemania, Austria, la República Checa y Polonia Aunque el procedimiento inquisitorial como medio para combatir la herejía es una práctica antigua de la Iglesia católica, la Inquisición episcopal, primera fórmula de la Inquisición medieval, fue establecida en 1184 mediante la bula del papa Lucio III Ad abolendam, como un instrumento para acabar con la herejía cátara.
El castigo físico a los herejes había sido dispuesto con anterioridad por Federico II Hohenstaufen, la institución de la Inquisición se dio para detener los abusos que estos procesos podrían sufrir por parte del poder civil.
En las siguientes décadas, el proceso de la Inquisición resultó intermitente y contradictorio en muchas ocasiones.
[10] El hecho de que religiosos bajo el control directo del papa tuvieran a su cargo los tribunales, fue un freno a su expansión, ya que algunos obispos no querían ver limitado su poder en una diócesis por la presencia de estos organismos papales.
Ya en 1119 , el papa Calixto II denunció esta herejía en un concilio que presidió en Toulouse.
Al principio, la Santa Sede no prestaba mucha atención a la herejía catara (puesto que consideraba que era un culto suicida que se devoraría a sí mismo, pues no veían mal la muerte y si veían mal la reproducción por traer sufrimiento), pero más tarde se alarmó cuando los cataros empezaron a atacar seriamente a los gobiernos seculares desde sus fortalezas (como incendiar iglesias y cometer sacrilegios horrendos, como pisotear Hostias consagradas),[13] haciendo que los gobernantes los denunciaran y privaran de la protección de las leyes, así como por haber logrado establecer una "antiiglesia" completa (pues, a pesar de sus fuertes apariencias cristianas, e irónicamente por causa de ellas, consiguió engatusar a un sector de pueblo llano, sin formación religiosa en su gran mayoría y que apenas notaba la enorme diferencia que existía entre el sistema cátaro y el cristianismo, debido a la admiración que generaba la vida austera de los Cátaros "perfectos"), con una imitación inconsciente de la institucionalidad romana, pese a su repulsión consciente contra la necesidad de un clero intermediario.
Con toda esta campaña, lograron que algunas personas regresaran a la fe católica, pero en su mayor parte renunciaron.
[17] Ante ello, en el año 1208, el papa Inocencio III comprendido que los intentos diplomáticos por hacer retroceder el catarismo no estaban teniendo éxito, y declaró las tierras de Occitania (donde mayor arraigo tenía) para ser entregadas, llamando a la cruzada y ofreciendo las propiedades de los herejes cátaros a cualquier noble francés dispuesto a tomar las armas, pudiéndose tomar posesión de sus tierras.
Logrando finalmente ser exterminada la herejía y los territorios vueltos dominios reales de Francia.
Llegando a ordenarse y codificarse adecuadamente en el IV Concilio de Letrán para ponerlo en práctica.
La historia de la Santa Inquisición en México se inició desde los primeros momentos en que los españoles pisaron el continente americano.
También existía un cuerpo policiaco, que eran quienes resguardaban las cárceles y el Tribunal del Santo Oficio.
En el caso novohispano, los indígenas no estaba sujetos a la juridificación de la Inquisición sino del Provisorato.
La sentencia ponía fin al proceso, y podía consistir en la absolución del reo (hecho infrecuente) o en su condena.
En un principio, la Inquisición portuguesa estaba bajo la autoridad del Papa, pero en 1539, el rey nombró inquisidor mayor a su propio hermano, Don Enrique.
Contrario a la creencia popular, la Iglesia no fue causante de las caza de brujas, ni fueron estas debido a las creencias cristianas, si no por la superstición popular (que se remonta a la Edad Antigua precristiana) y del que se pudieron desprender las prácticas de escarmiento público por la población local, muy mal vistas por el fuero religioso.
Aunque la Iglesia nunca aprobó oficialmente la caza de brujas, en 1657 prohibió esas persecuciones en la bula Pro formandis.
Con la confesión del brujo, la Inquisición advertía: Julio Caro Baroja afirma en El señor Inquisidor y otras vidas por oficio: Algunas cifras (estimadas) de las ejecuciones por tribunales civiles y por procesos inquisitoriales constatados,[58] por proporcionalidad en relación ejecutados/población: No obstante lo anterior, las cifras que se conocen para los ajusticiamientos por brujería en países como Alemania, Polonia-Lituania o Dinamarca-Noruega son mucho mayores (véase caza de brujas).
[65] No todos los métodos de tortura aceptados civilmente eran avalados por la Iglesia católica y para que un acusado fuese enviado a tortura, debía ser perseguido por un crimen considerado grave, y el tribunal debía tener también sospechas fundadas de su culpabilidad.
Por otro lado, se restablece el principio del Estado como fiscal o parte acusadora.
Pero en la Inquisición la víctima no es más que un simple testigo, tal y como sucede en los países donde se aplica un sistema inquisitivo.
Sin embargo, al publicar Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo, se lo llamó a declarar ante el Santo Oficio y se le exigió probar su teoría, de la cual no pudo dar pruebas consideradas fehacientes.
El sabio y doctor de la iglesia, San Roberto Bellarmino, así como el cardenal Baronio, declararon (en nombre de la jerarquía) que la Santa Sede estaba dispuesta a atribuir a la Escritura un sentido metafórico a los pasajes que, en una interpretación literalista, aparentaban estar en sintonía con el sistema tolemaico, pero solo bajo la condición de que los copernicanos y sus pruebas lograsen demostraciones científicas irrefutables; si no, se temía caer en la herejía del libre examen bíblico de la Sola scriptura.
[81] Presentó, en su lugar, indicios de carácter experimental, insuficientes para una demostración adecuada al método científico.
La Iglesia católica, al observar los trastornos ocasionados por la supuesta falta de prudencia científica, y por declarar como verdad un hecho hipotético, junto con diversas infracciones disciplinarias, como interrumpir la 'beca' que recibía del Vaticano y desterrarle a 40 km de Roma, decidió censurar a Galileo y obligarle, en su primera condena (1616), a no seguir publicando acerca del sistema heliocéntrico.
[86] La versión según la cual las acusaciones contra la Inquisición son calumniosas o exageradas empezó con un estudio de Jacques Mallet du Pan en 1784 y fue reeditada múltiples veces durante dos siglos, y en esencia dice que Galileo paradójicamente fue mejor teólogo que científico.
Los clérigos bajo influencia inglesa la condenaron por herejía y el duque Juan de Bedford la quemó viva en Ruan.
En otro caso la condena fue más fuerte porque el cerdo cometió su crimen un viernes de vigilia, pecado mayor.