Era conocido por su gran peso moral y ético, en una época donde ninguno de los dos abundaban ni siquiera en los altos círculos e intelectuales.
En 1221 viajó a Hungría con un grupo de religiosos -entre ellos, Damasus Hungarus, Pósa, Bánffi y Kozma- para llevar la orden dominica al reino.
La Inquisición se estableció allí por órdenes del Papa Inocencio III, mientras Paulus se hospedó en la corte del rey Andrés II de Hungría y estrechó una amistad con él.
Asumió el cargo de Director Inquisidor e intentó, en reiteradas ocasiones, persuadir al Papa de suavizar la posición severa contra aquellos húngaros que se negaban a abandonar las costumbres paganas, pues Inocencio III estaba muy consternado al escuchar que los médicos italianos se quejaban de los chamanes húngaros que, con ritos, transgredían en su área de conocimiento.
Por otra parte, continuó con su misión cristianizadora pacífica durante los siguientes 20 años, visitando a las tribus cumanas y a los húngaros paganos, intentando convertirlos al cristianismo por medio de la evangelización.