[6] La predicción y planificación de eventos naturales proporcionaba ventajas a las sociedades primitivas que lo medían.
La observación de la naturaleza durante las noches hizo ver que las estrellas en su movimiento nocturno mostraban también un ciclo.
En Occidente, una de las culturas que primero dedicó esfuerzo en medir el tiempo fue la babilónica, y obtuvieron con ello una ventaja económica frente a sus vecinos.
[7] Sobre el sistema horario del Imperio Antiguo se poseen numerosos ejemplos de tablas describiendo relojes estelares.
La primera hora empezaba durante el crepúsculo (atardecer), justo al comenzar a verse las estrellas de la noche, y finalizaba dando paso a la segunda hora, cuando se producía el orto helíaco del primer decano, y así sucesivamente durante la noche.
Se han encontrado numerosas tablas de este tipo datadas entre las dinastías IX y la XII, que fue cuando fueron empleadas con mayor frecuencia.
Los dioses frecuentemente mencionados en las tablas hacen ver que algunas estrellas eran poseedoras de una posición divina, tal es Ra (identificado con el Sol), Nut, Mesjetiu (relacionada con la Osa Mayor), etc.
Las tablas del Nuevo Imperio carecen de decanos, o estrellas, haciendo culminación en los primeros instantes del crepúsculo, y esto hace suponer que las primeras horas se contabilizasen mediante clepsidras (relojes de agua) como apoyo a las medidas.
Algunos autores han realizado minuciosos estudios sobre este reloj, mostrando que la cruceta podría ajustarse a diversas alturas, dependiendo de la estación del año.
De la actividad gnomónica durante el periodo greco-romano quedan las evidencias que se muestran en las numerosas excavaciones arqueológicas.
Un ejemplo se encuentra en Demócrito, autor de un tratado sobre relojes solares que no ha llegado a nuestros días.
Todo este estudio se debe principalmente a dos académicos alemanes de comienzos del siglo xx: Hermann Diels,[11] y Joseph Drecker.
Su influencia aparece en Grecia en el siglo iv a. C. y se desconoce cómo fue la transición de una cultura a la otra.
Algunos poseen una especie de tejado en el que una abertura permite arrojar un punto luminoso sobre la superficie del interior.
[17] Este transporte se hizo con la ignorancia y esperanza que funcionasen igual en latitudes distintas (distancia geográfica desde el ecuador terrestre).
Son más bien escasos usos del reloj en este periodo de declive romano que se encuentran en la literatura y en los templos religiosos.
Estos oficios se distinguen durante el día y la noche por un ritmo horario muy característico: las denominadas horas canónicas.
Los relojes de horas canónicas poseen un trazado simple que se muestra grabado en varias iglesias románicas.
[23] En textos hispanos ya comienza a mencionarse el uso de astrolabios, ecuatorios como medidores del tiempo.
A finales del siglo x los astrónomos musulmanes ya diseñaban relojes polares, ecuatoriales y horizontales con el stilo paralelo al eje terrestre.
Su trabajo hace que la gnomónica renacentista tenga su centro de gravedad entre los Países Bajos y Alemania.
Uno de los objetivos era medir con precisión la longitud del año trópico, para lo que se necesita un gran edificio y en aquella época esto correspondía a iglesias o catedrales.
El relojero inglés John Harrison prueba en 1764 que un reloj mecánico puede ser empleado en la localización de un buque con una precisión extraordinaria.
El caso es que trata todos los problemas planteados hasta la época y relata la forma de resolverlos mediante geometría.
Los relojes catóptricos (o reflexivos) ya se usaban en la antigüedad y de esta forma en 1574 Jo.
En 1640 el geómetra francés Vaulezard publica un artículo sobre un reloj que tiene las horas indicadas en circunferencias y elipses, introduciendo así la teoría de la anamorfosis en la gnomónica.
[42] Estos relojes analemáticos son, en la actualidad, muy habituales en espacios abiertos cercanos a parques, museos de ciencia y planetariums.
Una de las contribuciones más cortas y que más huella dejan en el mundo de la gnomónica se debe al matemático francés Jacques Ozanam, que en 1694 publica el libro Récréations Mathématiques et Physiques (Recreaciones matemáticas y físicas).
Este sistema horario estuvo vigente hasta que en 1928, el término Tiempo Universal (UT) fue aceptado internacionalmente.
En la planificación de las misiones al planeta Marte (concretamente en el Mars Surveyor 2001 Lander) se ha diseñado e incluido un reloj solar, abriendo paso a la denominada gnomónica planetaria.