Calendario egipcio

[2]​ Desde los albores del Imperio los sacerdotes egipcios registraban cuidadosamente el nivel de las aguas, que medían con los nilómetros.

Copérnico, por ejemplo, construyó sus tablas para el movimiento de los planetas basándose en la medición del tiempo con el año egipcio.

La denominación que recibe cada uno de los doce meses se corresponde a la época del Imperio Nuevo.

Dado que sabemos por Censorino, escritor latino del siglo III, que el I Akhet 1 coincidió con la salida de esta estrella en 139 d. C., restando consecutivamente 1460 años podemos saber que este hecho tuvo lugar también en 1322 a. C., en 2782 a. C. y en 4242 a. C. La mayor parte de los autores consideran más probable una fecha cercana al 2800 a. C., aunque una tablilla encontrada por Petrie del reinado de Djer (c.a.

3000 a. C. podría indicar que ya se conocía por entonces la coincidencia entre la salida de la estrella y la inundación.

En esta tablilla puede verse a la diosa Sedepet como una vaca con una planta entre los cuernos, que representaría al año.

Aun así, la fecha de inicio del tercer milenio parece hasta el momento la más probable dado el registro documental.

Sirio refulgiendo fugazmente, antes del amanecer, precediendo la salida del Sol y el río desbordándose, devolviendo la vida a la tierra reseca, tenían que ser una manifestación de influencia divina imposible de obviar en una civilización como la egipcia.

Otra consecuencia era que la celebración del orto heliaco de Sirio ocurría un día diferente cada cuatro años.

El objetivo de esta reforma era encontrar la manera para que la fecha 1 Thot coincidiera con el día del amanecer heliaco de Sirio y que el planeta Venus, asociado a Isis, la diosa cuyo día se celebraba al principio del año civil, mantuviera su posición.

De acuerdo con sus investigaciones, concluyeron que un año duraba 365 días y 6 horas adicionales.

La solución al desfase fue simple: cada cuatro años se añadiría un día más, después de los epagómenos, y ese cuarto año tendría 366 días.

El río Nilo a su paso por Luxor . Poco más allá de sus orillas, el desierto. Ese contraste tan radical en apenas distancia marcó la civilización egipcia, y la estacionalidad del caudal del río nos legó el calendario solar.
El orto helíaco de Sirio . Mediada la primavera Sirio reaparecía centelleando poco antes del amanecer en dirección Este (izquierda). El Sol, bajo el horizonte, y la estrella, rasante. A medida que el Sol se eleva y se aproxima el amanecer su luz va extinguiendo la de Sirio, que rápidamente desaparece (derecha). Este fenómeno tuvo en el Antiguo Egipto una trascendencia religiosa y astronómica de primera magnitud, de la que aún hoy somos herederos.