Fueron especialmente los ingenieros militares y otros funcionarios públicos, encargados de resolver regularmente problemas cuantitativos de carácter repetitivo, quienes mostraron naturalmente mayor interés en procurarse ayudas para su tarea.
Posteriormente sistematizó todos estos métodos dispersos en un cuerpo definitivo de doctrina, a la que llamó nomografía.
Los nomogramas tuvieron un gran desarrollo en los tres primeros cuartos del siglo XX, tanto en ingeniería civil como en las ramas de química, eléctrica, electrónica e aeronáutica.
El perfeccionamiento y la popularización de las calculadoras y ordenadores electrónicos en el último cuarto del siglo XX significó la práctica desaparición de los nomogramas, al facilitar enormemente la realización completa de cálculos exactos que el operador no sabría ni siquiera plantear por sí mismo.
Como decía en 1911 el ingeniero militar español Ricardo Seco, «si fuese posible reunir en un pequeño volumen una colección de tablas donde se hallasen consignados los resultados que dan las fórmulas de más frecuente aplicación para todos los valores que en la práctica pueden tomar las distintas variables que contienen, se habría llegado al desideratum que debe tratar de llenar todo manual de carácter práctico».
La disposición relativa entre estos elementos, en cambio, no puede predecirse, pues vendrá determinada por la naturaleza del problema en cuestión o por otro tipo de consideraciones.
La recta resultante cortará al otro eje en el valor de la solución.
En consecuencia si la unidad de x e y es "1", la del eje z debe ser "√2").
Para incluirla en el nomograma bastaría con desplazar las escalas de los valores "observados" media unidad hacia la izquierda.