Esta villa fue cabeza del más antiguo de los "cinco señoríos menores" del territorio abulense y aparece cartografiada en los primeros mapas de España.
El blasón del escudo es: La descripción de la bandera es la siguiente:
La villa, capital del municipio, se encuentra situada a 1105 m.[6][7] La altitud del término municipal varía entre una cota máxima de 2 294 m (cerro del Santo; La Serrota) y una mínima de 1 040 m (río Corneja; en el límite jurisdiccional con Bonilla de la Sierra).
El río Corneja nace dentro de su territorio y lo atraviesa en dirección nordeste-sudoeste; corre paralelo a la sierra de Villafranca, abriéndose paso para formar Valdecorneja hasta su desembocadura en el río Tormes.
[15] Desde el punto de vista biogeográfico la zona pertenece a la provincia carpetano-ibérico-leonesa encuadrada en la Superprovincia mediterráneo iberoatlántica (Región mediterránea), concretamente dentro del distrito serrotense del Subsector Paramero-Serrotense (sector Bejarano-Gredense).
Debido al importante desnivel entre el valle y las cotas más altas existe una gran variedad de animales que pueblan su territorio.
La compañía de autobuses CEVESA comunica regularmente la localidad con Ávila, Madrid y Plasencia, así como con otras entidades de menor importancia por las que transcurre la línea.
Este servicio también se presta previa solicitud el resto de los días laborables.
Con posterioridad, el Censo de la Corona de Castilla del año 1591 indica que son 261 los vecinos y 1175 los habitantes; para la totalidad del Señorío son, según las mismas fuentes, 1562 y 1864 habitantes, respectivamente, los que residían es su jurisdicción.
Ávila fue la segunda provincia de España, tras Salamanca (con 35 localidades), con mayor número de municipios en los que tuvieron que volver a repetirse las elecciones locales.
Con respecto a su producción agrícola destacan las judías del Barco, las hortalizas y la fruta.
Los sucesivos reyes Sancho IV "El Bravo" y su hijo Fernando IV "El Emplazado", bajo la regencia de su madre, la reina María de Molina, confirman las concesiones a la villa.
En la segunda década del siglo XIV los Dávila pierden Villafranca, que sólo la recuperarán tras un largo y confuso pleito en el año 1389, cuando por sentencia del Consejo Real, siendo rey Juan I de Castilla, es devuelta al hijo de Esteban Domingo III, Pedro González Dávila, aunque quien toma posesión es su madre, doña Jimena Blázquez, por ser Pedro menor de edad.
No debieron ser fáciles las relaciones con los territorios vecinos, a juzgar por el número de documentos donde se narran controversias y litigios con otras villas.
Las manufacturas textiles junto con la molinería fueron las principales actividades industriales de la villa.
Su tradicional uso no se ha perdido aunque el tiempo y las circunstancias han implantado modificaciones sustanciales.
En la actualidad el uso de las alabardas se mantiene en la guardia o vela al Santísimo y en la procesión del Santo Entierro.
No falta la bandera que porta y tremola al son de la música la que hace de capitán, vestida al estilo militar.
Los cofrades participan activamente en las procesiones de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo durante la Semana Santa y en la festividad del Corpus.
Esta distribución requiere el establecimiento de una compleja red de ramales, regaderas y tornaderos que atraviesan el municipio para llegar a todo tipo de huertas en verano y a los prados en otoño y primavera.
Además existen numerosas presas o tomas de agua del río Corneja en su orilla norte que cumplen una misión similar (regadío de huertas y pastos).
Hasta el año 1743, fecha en que se prohíbe, los festejos se pagaban, al menos en parte, con cargo a las limosnas entregadas para el culto a la Virgen.
Hoy en día la plaza de toros está en ruinas (aunque su recuperación a juzgar por la solidez de los cimientos no sería en exceso costosa) y la afición taurina ha pasado a la historia La tradicional matanza, celebrada íntimamente por las familias y allegados durante los meses más fríos, que duraba por lo general un par de días y constituía una auténtica fiesta de hermanamiento y conciliación.
Los más jóvenes asaban castañas o hacían turrón con nueces o avellanas y contaban historias a la luz de la hoguera, al aire libre, mientras bebían anís u otras bebidas espirituosas.
Los mayores, más recogidos por la rigurosidad del clima, lo celebraban en casa.
Todavía, cada año, se reviven algunas tradiciones vinculadas desde siglos a la Semana Santa, aunque otras cayeron en el olvido hace ya mucho tiempo.
Terminadas las procesiones vespertinas del jueves y viernes, en las que se oye el frío sonido metálico de las alabardas golpeadas contra el suelo en señal de duelo, la noche impone silencio y soledad en las calles.
A cada esquina, en cada plazoleta, el muñidor se detiene para pregonar su mensaje con voz alta, lenta, de sílabas prolongadas, que puedan llegar a todos los rincones:
[cita requerida] Bellas señoritas de la localidad durante estos días acompañan a la Virgen y a San Roque bailando, al son de gaitilla y tamboril, una singular danza.