La historia del caballo durante el siglo XX, estuvo marcada por un cambio profundo en la relación entre este y el ser humano.
[36] El abandono progresivo de la tracción animal que primero se dio en las ciudades y luego en el entorno agropecuario, supuso un hito en la historia.
Corresponde señalar que entonces en Bélgica, el campeonato anual del caballo de tiro belga atraía tantas personas como la fiesta nacional de dicho país, trenes especiales eran fletados para esa conmemoración, y el propio rey presidía las manifestaciones y los festejos.
En Estados Unidos por ejemplo, se formó un vasto movimiento llamado Progressivism, que multiplicó los argumentos contra el uso intensivo de los caballos.
Un caballo es un ser vivo y por tanto es afectado por la fatiga, mientras que en este sentido, un vehículo a motor puede funcionar jornadas enteras sin ningún inconveniente, pues los plazos para los necesarios mantenimientos son más extensos.
[76][77] Los primeros automóviles no tenían gran potencia, y en muchos países europeos y del mundo entero, la fuerza de los mismos se establecía por comparación con la del animal, pero el confort obtenido al usar un vehículo motorizado, sobrepasó muy rápidamente el obtenido al usar un vehículo con hipotracción.
[62][78] El movimiento en favor del progreso incluso llegó hasta acusar a los caballos de causar ciertas enfermedades en las ciudades, pregonizando su reemplazo por el automóvil por razones médico-sanitarias.
[62][80] Además, ciertos caballos morían durante sus trareas cotidianas, y sus cadáveres eran expuestos por horas a las miradas de todos.
Según Marcel Mavré,[94] los criadores « se repartían entonces ingresos muy importantes, difícilmente imaginables en los comienzos del tercer milenio ».
[121] Durante la Primera Guerra Mundial, el cometido del caballo sufrió una importante transformación ligada a la evolución estratégica y táctica de los conflictos armados.
Esta rápida evolución se produjo paralelamente al desarrollo del carro de combate, lo que naturalmente aceleró el proceso.
[123] Los principales países implicados en la Primera Guerra Mundial comenzaron el conflicto todos ellos apoyándose con regimientos de caballería.
Esta actividad ya había sido experimentada en el siglo XIX, bajo iniciativas precursoras que se desarrollaron en Inglaterra.
[142] Los criadores estadounidenses se orientaban a buscar la velocidad pura de los caballos, así como potrillos cada vez más precoces.
Actualmente y desde la fecha citada, el Cadre noir depende jerárquicamente del Ministerio francés de deportes.
En Francia, los ponis forman parte integral del llamado «programa de clases verdes» (en francés: programme des classes vertes) iniciado en los años 1970.
Este desarrollo por cierto que es funcional y está en consonancia con la apertura hacia la democratización de la equitación.
[178] Cabe señalar que en Gran Bretaña, los rallyes ecuestres así como el turf, son ellos muy populares, y muy promocionados por los medios de comunicación social (consultar particularmente los siguientes artículos: The Pony Club ; El turf en Gran Bretaña ; Carrera de caballos purasangre).
[160] Para la mujer, montar a horcajadas en un caballo y tal como un hombre, entonces era visto simbólicamente como una metáfora de contacto sexual con el animal.
[184] Hacia el fin del siglo XX, las mujeres representaban ya entre un 70 % a un 80 % de quienes practicaban la equitación en Francia, y esta tendencia era aún más marcada en el Reino Unido, donde incluso se llegó al extremo de que el simple deseo de practicar la equitación expresada por un masculino, era inmediatamente asociado como una tendencia hacia la feminidad, tal como si dijera que deseaba practicar la danza clásica o aprender corte y confección.
[181] La tenencia de un caballo para el propio esparcimiento y satisfacción evolucionó en forma importante en el siglo XX.
El fervor popular por este juego en esa zona, ha sido puesto en destaque por Joseph Kessel en su novela de 1967 titulada Les Cavaliers.
En este aspecto corresponde recordar, entre una larga lista de pintores y escultores, a por ejemplo el artista estadounidense Frederic Remington (fallecido en 1909), quien representó numerosas escenas del Far West con sus característicos caballos,[232][233] así como al pintor alemán expresionista Franz Marc, una de cuyas obras más conocidas es Le Cheval bleu.
[234] Por su parte, Pablo Picasso (1881-1973) también acordó al caballo un lugar preponderante en su imaginario, asociado en muchos casos con el toro y el minotauro.
[235] El siglo XX igualmente quedó marcado por destacadas sagas literarias[236][237] y por una extendida novelística del oeste,[238] que ciertamente acordaban a los caballos un lugar de relevancia.
[258][259][260][261] Por su parte, además es pertinente señalar que John Steinbeck[262] escribió la novela titulada The Red Pony (1933),[263] también una obra para jóvenes, donde se narra las peripecias y los sueños de Jody, un niño que vive en un rancho en California; la vida de dicho niño se desarrollaba sin emociones fuertes hasta que sus padres le regalaron un poni rojo, y a partir de ese momento Jody tiene grandes alegrías, aunque también tristezas cuando el poni enferma.
[275][276] Sin duda pueden citarse muchas películas en las que, de una forma u otra, los caballos son protagonistas.
[285][286] Sobre este asunto, Henri Gougaud dijo que « Un cow-boy sans sa monture n’est qu’un centaure brisé en deux, une âme séparée d’un corps, un être sans existence profonde, trop seul, trop maladroit pour tenir à notre inconscient le discours que nourrit un rêve millénaire.
Le véritable héros de western, c’est le cheval, la plus noble conquête du cinéma » (traducción al español: « Un cow-boy sin su montura es como un centauro partido en dos, un alma separada de su cuerpo, un ser sin existencia profunda, demasiado solo, y demasiado torpe como para llegar hasta nuestro inconsciente con el discurso enriquecido con un sueño milenario.
[287] En relación con otro tipo de películas con caballos que no sean wésterns, dominan sin duda las historias relacionadas con las actividades hípicas,[288] y en especial pueden señalarse varios filmes estadounidenses de la primera mitad del siglo XX, entre los que se destacan: Kentucky Pride (1925),[289][290] Broadway Bill (1934),[291] Saratoga (1937),[292] A Day at the Races (título en español: Un día en las carreras, 1937),[293] National Velvet (título en español: Fuego de juventud, 1944),[294] Riding High (1950).