En el territorio norteamericano existieron caballos prehistóricos, los cuales se extinguieron hace diez mil años.
Lo hacían al comenzar el verano, antes de iniciar el cultivo, y después del otoño, cuando la cosecha era recogida.
Desde el siglo XVII diversos conflictos provocaron su adquisición, al mismo tiempo que franceses e ingleses traficaban armas a cambio de pieles.
La importancia de cazar el bisonte se debía a que proveía de importantes materias primas: carne, cuero para vestidos, cuernos y huesos para diversos utensilios, y excrementos resecos para combustible.
Aunque existe la creencia generalizada de que los amerindios usaban rifles para la caza, estos se usaban raramente, pues se prefería la lanza, el arco y flecha; hasta que llegó a sus manos el rifle recargable por detrás del cañón.
Aunque la llegada del caballo indujo cambios en el estilo de vida de las etnias, esta no cambió sustancialmente, pues las mismas actividades ancestrales eran realizadas, con la diferencia que en ese momento fueron simplificadas con el manejo del equino.
Estos pueblos adoptaron al caballo y lo introdujeron en su cultura destacándolos por ser diestros jinetes, el cual también transformó sus métodos de caza, comercio, vestimentas y vivienda, les permitió expandirse a otros territorios, así como un importante elemento en asuntos bélicos.