Lenguaje sexista

Diversos organismos y legislaciones recomiendan usar un lenguaje no sexista (comúnmente denominado también como lenguaje inclusivo), a cuyo fin se han editado guías y se han desarrollado políticas incluso legislativas.

Por otra parte, el femenino puede tener connotaciones semánticas despectivas en español (oposición zorro / zorra; hombre público / mujer pública; ser un gallo / ser una gallina) o de cosificación y pasividad (impresor / impresora).

Por otro lado, propone distinguir, a la hora de analizar un texto, el sexismo lingüístico, sensibilidad feminista y ambigüedad semántica.

Por su parte, Soledad de Andrés Castellanos recopiló en 2001 lo que llamó reflejos en la prensa sobre sexismo y lenguaje.

Además, si el idioma español fuera -en sí y por sí- sexista, no habría términos universales axiológicamente positivos de género femenino, como la verdad, la divinidad, la bondad e incluso la masculinidad (una lista completa sería enorme).

Los factores (históricos, estructurales, de uso, etc.) trascienden en complejidad al machismo argüido por las feministas.

[6]​ Pese a esto, no existen pruebas, ni siquiera mediante teorías ya ampliamente desacreditadas[cita requerida] como la hipótesis de Sapir-Whorf, de que los cambios arbitrarios propuestos para un uso no sexista del lenguaje puedan mejorar los campos donde la mujer se encuentra en desigualdad.

Según la RAE, «un buen paso hacia la solución del “problema de la visibilidad” sería reconocer, simple y llanamente, que, si se aplicaran las directrices propuestas en estas guías en sus términos más estrictos, no se podría hablar».

[9]​ La lingüista Elena Álvarez Mellado, en cambio, señala que la economía del lenguaje, la gramática y el léxico no son prescriptivos, sino descriptivos, por lo que no se puede llamar a estos para deslegitimar un uso popular del lenguaje.