En sus propias palabras, la obra era «más popular, sin comparación, que todo lo anterior» y presentaba su «filosofía para el mundo».
El lema del libro es una cita clásica de Juvenal: Vitam impendere vero («dedicar la vida a la verdad», Sátiras, IV, 91).
El «Prólogo» (Vorwort) describe muy brevemente la naturaleza del libro, consistente en «algunos tratados sobre temas particulares, muy heterogéneos» y «pensamientos sueltos sobre objetos aún más diversos» que no tenían cabida en las «obras sistemáticas más importantes», y la clase de lectores a los que se dirige: ante todo, el libro ha de aportar un complemento a aquellos que ya conocen las obras previas del filósofo, pero también será accesible a quienes no están familiarizados con ellas.
[11] Sin embargo, Descartes terminó admitiendo un acceso del conocimiento a lo real en sí, garantizado por la existencia de Dios.
Para Berkeley, todo se reduce a «espíritus» (es decir, sujetos cognoscentes y volentes) e «ideas» (esto es, representaciones en general: percepciones, conceptos, etc.).
[17] Anterior a Berkeley, John Locke se aferró al «sano, pero rudo entendimiento» para sostener su postura realista.
Para Locke, las cualidades primarias de las cosas son aquellas que el pensamiento no puede eliminar: extensión, impenetrabilidad, figura, movimiento o reposo y número.
[20] En el «Apéndice» («Anhang») de este opúsculo, Schopenhauer despacha las doctrinas y «aportaciones» (que pone en duda como tales) de los tres filósofos postkantianos más importantes del llamado idealismo alemán, Fichte, Schelling y Hegel, a quienes no considera auténticos filósofos, sino meros sofistas,[21] debido a la «deshonestidad» de su método filosófico, que apela a meras imposiciones, estilo ininteligible, mistificaciones, etc.[22] En lo que concierne al problema de lo real y lo ideal, critica en primer lugar a Fichte, por haber eliminado la kantiana «cosa en sí» sin justificación, convirtiendo las representaciones en meros productos del sujeto (el Yo).
Schelling, por otra parte, llevó más lejos el error al pretender la reducción de la Metafísica a la Física.
[50] Locke, mediante su distinción entre «cualidades primarias» y «secundarias» (que aquí Schopenhauer remonta a Demócrito), preparó el camino al idealismo crítico de Kant.
[51] Finalmente, de conformidad con aquel giro hacia la subjetividad, Schopenhauer logró determinar la oscura «cosa en sí» kantiana como la voluntad que hallamos en nuestro interior.
Así lo señaló Schulze-«Enesidemo», sin que el kantiano Reinhold supiera defender bien la doctrina de su maestro.
[65] El último parágrafo del opúsculo (§ 14) se consagra a «Unas observaciones sobre mi propia filosofía», donde Schopenhauer celebra la sencillez (simplex sigillum veri), la unidad y coherencia de su filosofía, que describe aquí como un «dogmatismo inmanente» (por oposición al dogmatismo trascendente combatido por Kant).
El texto, relativamente largo, no presenta subdivisiones y los argumentos se exponen de una manera, por así decir, espiral, sin un orden muy claro.
Este problema no se presenta con otras ciencias enseñadas en la universidad, pues solo la filosofía entra en un terreno común con la religión.
[87] Schopenhauer ataca aquí con especial dureza al «servil»[88] Hegel, quien habría buscado el apoyo oficial no solo gracias a su «religión absoluta» sino también mediante su apología y glorificación del Estado.
Schopenhauer se remite para esto a obras de Bende Bendsen, Kieser y Jung Stilling.
[115] Schopenhauer subraya que esto es válido únicamente al nivel de los individuos (aprovechando para lanzar una tácita pulla antihegeliana):
La cuestión, pues, es si a cada carácter individual se corresponde el destino que le toca (lo sobrevenido desde fuera) o bien no hay relación alguna entre ellos.
De ahí que a veces pueda sorprenderse.»[122] Hay, sin embargo, un factor más en aquella creencia, el cual también se ha reflejado a menudo en la literatura: que, en esa mirada retrospectiva, vemos un intenso contraste entre la casualidad física (azar) de ciertos acontecimientos y su aparente (e indemostrable) necesidad metafísico-moral.
No existe, sin embargo, la casualidad absoluta, sino que siempre es relativa, pues indica justamente la falta de relación causal entre acontecimientos; ahora bien, las series causales aparentemente aisladas se entrelazan en sus eslabones, de manera que hay una complicadísima red común.
En esto reposaría la posibilidad de adivinar el futuro mediante objetos que parecen no tener ninguna relación, como las aves en la ornitomancia, las cartas (tarot), los posos del café, etcétera.
No obstante, la salud no es condición suficiente de aquella alegría, la cual parece depender mucho del temperamento: por ejemplo, los melancólicos tienden a verlo todo negro; según sean las personas, tienen mayor o menor receptividad para lo agradable o lo desagradable, etc.[181] Parcialmente emparentada con la salud, la belleza contribuye indirectamente a la felicidad por la impresión que produce sobre los demás, sirviendo como una «carta abierta de recomendación, que nos gana los corazones de antemano».
Lo esencial, como se dijo en los capítulos previos, es la salud y, en segundo lugar, los medios para mantenernos; a estos bienes hay que subordinar el valor del honor, la fama, etc.
El objeto del capítulo, esto es, lo que uno representa para los demás, puede, según Schopenhauer, dividirse en: rango, honor y fama.
Al primero, el rango o jerarquía (Rang, en alemán), le dedica una página escasa: se trata del deseo de adquirir condecoraciones y títulos y la admiración popular hacia ellos, que Schopenhauer desdeña de forma tajante calificando el fenómeno como «una pura comedia».
[213] Los tres tipos de honor tratados hasta aquí se hallan, dice Schopenhauer, en todos los pueblos y épocas.
A diferencia del honor, cuya cualidad negativa ya fue expuesta, la fama se obtiene por los actos u obras realizados.
[218] El quinto capítulo recopila, de manera fragmentaria, cincuenta y tres consejos eudemonológicos, agrupados en cuatro secciones temáticas.
Hernàndez i Dobón, contenido en su edición de Sobre la filosofía universitaria, Valencia, 1989 (ver abajo, en esta lista, para el ISBN), pp.