Todo su trabajo posterior no supuso más que el desarrollo de las ideas fundamentales expuestas en esta obra.
La primera edición no se vendió, y el editor la remató como papel de desecho.
Tampoco, por tanto, al principium individuationis, es decir, que no se objetiva en los seres individuales (en consecuencia, dichos individuos no tienen existencia real como tales), sino en la suma de los mismos: la voluntad integra toda la naturaleza y el universo con la totalidad de entidades y seres que contienen.
La voluntad, así, es una fuerza que obra sin motivo, irracionalmente; es como el motor ciego de la historia.
Proporciona una explicación de lo bello (alemán: Schönheit ) y lo sublime (Das Erhabene), una jerarquía entre las artes (desde la arquitectura, la jardinería paisajística, la escultura y la pintura, la poesía, etc. hasta la música, el pináculo de la artes, ya que es una expresión directa de la voluntad), y la naturaleza del genio artístico.
El gran biógrafo y exégeta de Schopenhauer, Rüdiger Safranski, afirma que ninguna filosofía anterior a la de este autor había atribuido a lo estético el máximo rango filosófico que este le otorga.
Thomas Mann, en su ensayo de 1938 Schopenhauer —que supone a grandes rasgos un repaso general de El mundo como voluntad y representación—, recuerda que Tolstoi llamó al filósofo alemán «el más genial de todos los hombres»; comenta también que para el compositor Wagner su doctrina supuso «un verdadero regalo del cielo», y que para Nietzsche, pese a reaccionar contra él posteriormente, fue sobre todo «un gran enseñante y maestro».
Jorge Luis Borges comentó este mismo trabajo de Mann en 1939 (comentario recogido en Textos cautivos, 1986); sobre el tan traído y llevado pesimismo de Schopenhauer, sostiene en dicha reseña: «Hay quienes lo reducen al pesimismo, reducción tan inicua y tan irrisoria como la de no querer ver en Leibniz otra cosa que el optimismo.
Ilusión mayor es la que ofrece Schopenhauer: no nos movemos y avanzamos, aún menos.
Este progreso no deja de ser infinitamente precioso, pero se apoya sobre lo insustancial, sin ejercer efectos sobre lo que pesa en esencia: la insignificancia, la vejez, la muerte.