En las culturas occidentales y orientales, la mayoría de las religiones han creído en formas de destino especialmente relacionadas con la predestinación, desde el tao del confucianismo chino o el karma del hinduismo a la católica y bienhechora Providencia o Gracia, que deja cierto margen a la libertad, o la férrea predestinación del calvinismo.
El destino era personificado por la diosa Moira, rebautizada como Fatum en la mitología romana.
El destino se relacionaría con la teoría de la causalidad que afirma que, si «toda acción conlleva una reacción, dos acciones iguales tendrán la misma reacción», a menos que se combinen varias causas entre sí haciendo impredecible a nuestros ojos el resultado.
Alguna aparente consecuencia a tal posibilidad del destino sería, evidentemente, la negación de la libertad humana.
Pero tal cuestión presupone el problema de la esencia humana resuelto.
Si se preguntase si tal elemento es libre o no lo es sería una pregunta sin sentido pues no habría nada que pudiera, al menos en principio, condicionar o limitar su libertad.
Entonces, para indagar sobre libertad humana primero debe hacerse como mínimo una separación auténtica y clara de al menos dos elementos en nuestro universo, en otras palabras, hacer un criterio de demarcación entre el sujeto y el universo.
Muchas leyendas y cuentos griegos enseñan la inutilidad de afrontar un destino inevitable que se ha predicho correctamente mediante oráculos, augurios, vaticinios o profecías.
"En la idea del sino se revela el anhelo cósmico que atormenta a un alma, su ansia de luz", señala Spengler