[cita requerida] La doctrina fatalista por excelencia es la estoica: El fatum stoicum no es un impulso irracional, sino la expresión del orden impreso por la razón divina (el logos) al universo: No es tanto un principio religioso sino más bien científico y filosófico, teniendo en cuenta que el dios estoico no es otro que la razón.
¿Cómo podrían «depender todas las cosas del destino» desde el momento en que algunas de ellas están en nuestro poder?
La pereza, tal es el sentido del famoso argumento perezoso (argos logos en griego, o ignaua ratio en latín), que Cicerón resume enérgicamente: El fatalismo estoico se inclinaba hacia la inmoralidad y negaba la responsabilidad humana.
Estos argumentos se encuentran resumidos en el Tratado del destino de Cicerón.
[cita requerida] La universalidad del destino no excluye la acción humana, sino que la integra en el seno de sus causalidades.
Estos sólidos, al ser impulsados por una misma fuerza describirán trayectorias diferentes, uno haciendo remolinos, el otro rodando.
[cita requerida] Si bien Crisipo se esfuerza en conciliar el fatum stoicum con la acción y la moralidad, su respuesta no fue suficientemente comprendida por sus adversarios, que hasta el final de la Antigüedad no cesarán de esgrimir las mismas objeciones contra esta escuela.
En la tercera sura del Corán, Mahoma exhorta a sus fieles a la guerra santa tras un revés militar difícil pero pasajero, sufrido tras la batalla de Uhud en el año tercero de la Hégira (625), que sembró la desmoralización entre sus partidarios.
[cita requerida] Esta visión del islam como una religión determinista no es, empero, unánime.
[cita requerida] El fatalismo conoció un nuevo auge durante la Ilustración gracias a los filósofos materialistas inspirados en el determinismo espinozista cuyos máximos representantes son Pablo Tellería, La Mettrie, d'Holbach y Diderot.
Como dirá Diderot en los Elementos de fisiología, «la voluntad no es menos mecánica que el entendimiento; la volición precede a la acción (motilidad) de las fibras musculares; pero la volición sigue a la sensación; son dos funciones del cerebro; son corporales».
Ya en la Carta a Landois, escribía en 1756: Si el fatalismo excluye toda libertad, ¿cómo fundamentar conceptualmente la responsabilidad penal y moral del ser humano?
Este extremo queda bien claro en la Carta a Landois: «aunque el hombre, bueno o malo, no sea libre, no por ello es menos modificable; es por eso que debe destruirse al dañino en la plaza pública».
Pero, ¿no es criminal ejecutar a un pobre diablo empujado al crimen por herencia o por mala educación?
Inversamente, no se mortifica por ser quien es, sabiendo que su vicio es producto de una educación incorrecta o una herencia dañina.