Particularmente, se encuentran comunidades qom, wichi, aimara, coya, mapuche, napolitana, calabresa, lombardesa, murciana, extremeña, asturiana, vasca, leonesa, catalana, gallega, castellana, navarra, valenciana, balear, andaluza, canaria, riojana, cántabra, aragonesa, francesa, alemana, árabe, ucraniana, croata, polaca, judía, armenia, chilena, uruguaya, inglesa, peruana, japonesa, china y coreana, entre otras.
Al igual que Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Brasil o Uruguay, Argentina se considera como un «país de inmigración» por el fuerte impacto que las corrientes migratorias han tenido en la composición étnica de la población.
Las corrientes inmigratorias durante la época colonial y luego en la época de la gran inmigración ultramarina (1850-1930) estuvieron integradas mayoritariamente por varones solos que en varios casos se mezclaron en Argentina con mujeres indígenas o de origen africano o sus descendientes.
[10][11][12][13][14] El proceso de mestización registra una inusitada intensidad en Argentina, no solo con amplios intercambios sexuales entre las tres grandes ramas étnico-culturales (euroasiáticos, indígenas y africanos), sino también entre las decenas de etnias particulares que integran a cada una de ellas (italianos, españoles, polacos, árabes, alemanes, irlandeses, franceses, rusos, turcos, ucranianos, británicos, suizos, galeses, croatas, neerlandeses, belgas, checos, libaneses, sirios, judíos, mapuches, diaguitas, collas, guaraníes, bantúes, yorubas, etc.).
En el siglo XIX, Argentina estableció una política estatal de integración, orientada intencionalmente a diluir las identidades étnicas particulares.
Mas al sur estaban los pueblos ranquel, aonikenk, mapuche, kawésqar, yámana y selknam.
Las autoridades religiosas españolas denunciaron la situación ante el rey, sosteniendo que a Asunción la llamaban el "paraíso de Mahoma".
Consecuentemente, los españoles engendraron una gran cantidad de hijos con las indígenas paraguayas y rioplatenses, a los que se clasificó como "mestizos".
Al producirse la llegada de los españoles a América en 1492, la población asentada en el actual territorio argentino podía agruparse en cuatro grandes sectores: Una vez que Argentina se organizó como estado-nación independiente, los territorios bajo dominio de pueblos indígenas que se mantenían autónomos en la Pampa, la Patagonia y el Gran Chaco, se incorporaron al territorio nacional mediante guerras de conquista.
En tanto que el aporte genético vía materna proveniente de etnias indígenas es del 53,7 %, un 44,3 % europeas y 2,0 % africanas.
Adicionalmente, se ha sostenido que las epidemias afectaron más gravemente a los descendientes de africanos y sus familias.
El relato histórico clásico sostiene que los descendientes de africanos en Argentina prácticamente desaparecieron en la segunda mitad del siglo XIX.
[41] Si bien legalmente los criollos eran considerados españoles con los mismos derechos que los peninsulares, en la práctica estos dominaron sobre aquellos y ocupaban las posiciones más altas.
Tras desplazar a los españoles, se organizaron como una élite aristocrática y liberal, estableciendo su poder en la estancia, el latifundio colonial ganadero característico del Río de la Plata.
[47] Aún en la actualidad, los estancieros criollos, descendientes orgullosos de las antiguas familias españolas coloniales, tienen una importante presencia en la clase alta.
Esta libertad relativa para la época impulsó el desarrollo de una específica conciencia política gauchesca que encontraría su momento culminante con José Artigas (1764-1850).
También hubo contribuciones significativas de franceses (3,6 %), alemanes (3,0 %), polacos (2,7 %), rusos (2,7 %), nacionales del Imperio otomano del país de Sham (2,6 %), judíos (1-2 %), ucranianos, británicos (1,1 %), portugueses (1,0 %), yugoslavos (0,7 %), griegos, irlandeses, galeses, neerlandeses (0,2 %), belgas (0,4 %), croatas, checos, daneses (0,3 %), estadounidenses (0,2 %) y suecos (0,1 %).
José Luis Romero realizaba una precisión interesante al sostener que la estabilización por mestizaje e hibridación de la «Argentina aluvial» recién se produciría alrededor del año 2000.
El resultado ha sido una alta tasa de mestizaje y sincretismo no solo entre las tres grandes ramas étnicas (europea, amerindia y africana) sino también entre las etnias que integran cada rama (españoles, italianos, polacos, judíos, alemanes, británicos, árabes, mapuches, collas, tobas, guaraníes, bantúes, yorubas, etc.) e incluso las etnias autónomas o las subetnias (gallegos, catalanes, vascos, sicilianos, napolitanos, genoveses, piamonteses, askenazíes, sefaradíes, okinawenses, etc.).
Aquí deben incluirse también las subetnias específicamente «argentinas», relacionadas primordialmente con la tradicional autonomía de las provincias: porteños, bonaerenses, entrerrianos, santafesinos, cordobeses, tucumanos, salteños, mendocinos, correntinos, sanjuaninos, riojanos, jujeños, patagónicos, puntanos, santiagueños, chaqueños, formoseños, y catamarqueños.
[80] En el libro Hombres rubios en el surco, el sacerdote José Brendel expone la situación en la cual se vieron los primeros colonos alemanes del Volga al llegar a la provincia de Entre Ríos.
[85] A partir de la segunda mitad del siglo XX se constituyó en la inmigración mayoritaria.
[86] Estas migraciones, generalmente temporarias y limitadas a los espacios fronterizos comunes, tuvieron un impacto relativamente menor en la composición étnica de la población argentina.
La comunidad peruana es relativamente reciente pero está creciendo aceleradamente y en el censo de 2010 sumaron 157 514 personas, aumentando un 78 % su cantidad en la última década.
Existen también otras pequeñas comunidades latinoamericanas entre las que se destacan los ecuatorianos, dominicanos, venezolanos, mexicanos y cubanos.
La solución argentina fue el genocidio indígena (al igual que en Estados Unidos) y la gran inmigración europea.
[128] Según los datos del estudio, Argentina constituye el tercer país con mayor aporte europeo a nivel general por detrás de Brasil en primer lugar (65%) y Venezuela en el segundo (60,6%).
La primera de ella es que la composición genética argentina vendría siendo en un 65 % europea, 31 % amerindia, y 4 % africana.
Desde mediados del siglo XX se ha generalizado un tipo especial de discriminación contra personas a las que se les llama «cabecitas negras», «negros», «negritas», «gronchos», «grasas», etc., y que están relacionadas fundamentalmente con gente de clases bajas.
También en la vida política es habitual que ciertos grupos se refieran a los simpatizantes del peronismo como «negros», con un sentido despectivo.