Lola Kiepja, a quien se la consideró «la última persona que vivió en la tradición selk'nam», creía que ona era una palabra inglesa, porque los ocasionales turistas de habla inglesa que llegaban para fotografiarla en la reserva donde ella vivía usaban esta palabra al hablarle o al hablar de ella.
[12] Surgieron en el sector norte de la isla, actual Chile, y desplazaron por fuerza a los haush hacia el sudeste desde el siglo XIV.
[13] Según sus propias tradiciones y las evidencias lingüística y geológica[14] los primeros selk'nams —y los haush estrechamente emparentados con ellos— fueron tehuelches de la Patagonia meridional que se habrían instalado en la isla Grande de Tierra del Fuego.
En 1888 se estableció una misión salesiana en isla Dawson con el propósito de evangelizar y civilizar a los indígenas.
La expansión ovina significó el inicio de la resistencia selk'nam a la colonización, destruyendo cercados y robando o matando ovejas.
[15]En 1895 los estancieros llegaron a un acuerdo con la misión salesiana de isla Dawson, le pagarían una libra esterlina por cada indígena recluido en la misión, donde las enfermedades exógenas y especialmente la tuberculosis acabaron con la mayoría de los internados.
Las sociedades que emergieron del genocidio en la Patagonia austral cubrieron con un manto de silencio la participación de distintos actores el proceso, dieron por extintos a los pueblos indígenas y negaron su significación histórica[16].
Hacia la década de 1980 quedaban unas 9 personas que habían conocido la vida nómada: Pacheco, Francisco Minkiol —nacido en 1916 en Río Gallegos—, Federico Echelaine —nacido en 1905—, Luis Garibaldi Honte —90 años, nacido en la Isla Grande de Tierra del Fuego—, Segundo Arteaga y Rafaela Ishton Martínez.
El grado de conocimiento de su lengua variaba en cada caso, aunque probablemente para la segunda década del siglo XXI ya no quede nadie vivo que hable esta lengua como hablante nativo.
Estas unidades se establecían en muchos territorios perfectamente delimitados, cuyas fronteras eran respetadas usualmente por los haruwenh vecinos.
También se aplicaba el levirato, es decir, la costumbre de heredar la viuda del hermano.
Cada miembro tenía sus obligaciones bien especificadas: el hombre cazaba y confeccionaba las armas, la mujer, labores domésticas, cuidado de los niños, transportaba e instalaba la vivienda.
Si en sus viajes encontraban una ballena varada o estaban en peligro, empleaban señales de humo para comunicarse entre los grupos.
Medían aproximadamente entre 3,5 a 4,5 m. Eran construidas por las mujeres, en una depresión del terreno o excavando entre 25 a 40 cm y clavando palos con los que formaban una estructura que cubrían con pieles de animales cosidas entre sí.
En el centro estaba el fuego y en los bordes se ubicaban pieles con pastos aislantes por debajo que servían para dormir.
[28] Los onas celebraban ritos de iniciación masculina durante los cuales los ancianos revelaban los secretos tribales a los jóvenes o klóketen.
[cita requerida] Si ellos no deseaban que el difunto ingresara a su reino y gozara de vida eterna (ya sea por mala conducta o por faltar alguna ley), debía castigárseles llevándolo a los infiernos, donde la diosa de los infiernos, el caos y las malas actitudes, Xalpen, lo esperaba para hacerle sentir sufrimiento y dolor por la eternidad.
Bajo esta capa los varones no llevaban otra vestimenta y las mujeres usaban una prenda para cubrirse los genitales.
Conseguir comida era tarea de los varones, quienes se volvieron diestros en el uso del arco y la flecha, necesario para cazar el esquivo guanaco.
[31] Existen indicios de que ya hacia el año 6000 a. C. los cazadores selknams utilizaron boleadoras esféricas para cazar y herramientas para manipular los alimentos.