Los sublevados justificaron la rebelión principalmente con argumentos religiosos, acusando al Ejército Real de haber cometido sacrilegios.[3] A principios del siglo XVII, la situación de Castilla —de donde hasta entonces habían salido los hombres y los impuestos que necesitaron Carlos I y Felipe II para su política hegemónica en Europa— ya no era la misma que la del siglo anterior.Su población había mermado en proporción alarmante; su economía se venía abajo; las flotas de Indias que llevaban la plata a España llegaban muchas veces tarde y las remesas tampoco eran las de antes".[10] Según Joseph Pérez, la oposición de los estados no castellanos a la Unión de Armas se debió, en primer lugar, a que el cambio que se proponía «era demasiado fuerte como para ser aceptado sin resistencia» por unos "reinos y señoríos que habían disfrutado desde siglo y medio de una autonomía casi total"; y, en segundo lugar, porque "el propósito de crear una nación unida y solidaria venía demasiado tarde: se proponía a las provincias no castellanas participar en una política que estaba hundiendo a Castilla cuando no se le había dado parte ni en los provechos ni en el prestigio que aquella política reportó a los castellanos, si los hubo".[14] Olivares creyó que podría llegar a un acuerdo concediendo ciertas ventajas en cooperación militar por el Mediterráneo, pero no contó con la lentitud de las Cortes para sopesar su propuesta.En febrero de 1640, cuando ya hace un año que la guerra ha llegado a Cataluña, Olivares le escribe al virrey Santa Coloma:[22]Incluso toma represalias contra los pueblos donde las tropas no han sido bien recibidas y algunos son saqueados e incendiados.Los enfrentamientos entre campesinos y soldados menudean hasta que se produce una insurrección general en la región de Gerona que pronto se extiende a la mayor parte del Principado."Los insurrectos se ensañan contra los funcionarios reales y los castellanos; el propio virrey procura salvar la vida huyendo, pero ya es tarde.Pero la revuelta también escapó a este primer y efímero control de la oligarquía catalana.Richelieu no perdió una oportunidad tan buena para debilitar a la Corona española.En octubre de 1640 se permitió a los navíos franceses usar los puertos catalanes y Cataluña accedió a pagar un ejército francés inicial de tres mil hombres que Francia enviaría al condado.En noviembre, un ejército de unos veinte mil soldados recuperó Tortosa para Felipe IV, en su camino hacia Barcelona; dicho ejército provocó sobre los prisioneros unos abusos que determinaron a los catalanes a oponer una mayor resistencia.Sin embargo, el enviado plenipotenciario del rey de Francia Bernard Du Plessis-Besançon logró influir en las autoridades catalanas en el sentido de que la implicación e intervención francesa solo podía realizarse si era reconocido como soberano el rey francés.El ejército de Felipe IV se retiró y no volvería hasta diez años más tarde.Luis XIII nombró entonces un virrey francés y llenó la administración catalana de conocidos profranceses.En 1642, el ejército francés de Luis XIII conquista el Rosellón, Monzón (en Aragón) y Lérida.El ejército francocatalán de Barcelona se rinde en 1652 y se reconoce a Felipe IV como soberano y a Juan José de Austria como virrey en Cataluña, si bien Francia conserva el control del Rosellón.Esta inestabilidad interna y su resultado final fue dañino para España, pero mucho más para Cataluña.Por otra parte, Francia aprovechó la oportunidad para explotar una situación que le rindió grandes beneficios a un coste prácticamente nulo.Como resultado final, Francia tomó posesión definitiva del principal territorio transpirenaico de España.[30] Por su parte Xavier Torres ha formulado una tercera interpretación a medio camino entre la hipótesis «nacional» y la «social».
El Conde Duque de Olivares, por Velázquez, 1632
. Aparece un valido de gesto decidido en la cúspide de su poder y del de la Monarquía Hispánica, con el bastón de mando militar, en un cuadro que cuelga inclinado con uno de composición simétrica del propio rey, ambos en el Museo del Prado.
El
Corpus de Sang
, de H.Miralles (1910). «¡Viva la fe de
Cristo
!», «¡Viva el Rey de España nuestro Señor!», «¡Muera el mal gobierno!»
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24
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fueron los lemas de los segadores que originaron la revuelta popular del 7 de junio de 1640, día conocido como el
Corpus de Sangre
.