Celoso defensor de las libertades catalanas, elevó una enérgica protesta al rey por la prohibición, a causa del estado de guerra, del comercio con Francia, contraria a los intereses comerciales catalanes.
De regreso a Barcelona, fue acogido triunfalmente por el pueblo.
El 22 de mayo, ante la actitud agresiva del pueblo que exigía su liberación, el virrey se vio obligado a ponerlo en libertad, pero la revuelta continuó y el 7 de junio se repitieron los alborotos (Corpus de Sangre) en el curso de los cuales se produjo la muerte del virrey.
Meses después, tuvo un papel destacado en la defensa de Lérida.
Sin embargo, sus recelos hacia Francia y el cariz social que tomaba la sublevación le llevaron a retirarse.