Aunque la Liga tuvo inicialmente éxito, la fricción entre Julio II y Luis XII causó su derrumbamiento en 1510.
El papa Julio II se alió entonces con Venecia contra Francia.
La alianza véneto-papal finalmente se expandió en la Liga Santa, que expulsó a los franceses de Italia en 1512.
Luis XII fue reconocido duque de Milán y Génova se le sometió semanas más tarde, en octubre.
[6] De todos modos, Maximiliano pidió a Venecia paso a través de su territorio para recibir la corona imperial,[7] que se lo denegó si le acompañaba el ejército.
El rey Luis XII obtuvo Brescia, Bérgamo, Crema y Cremona y otros territorios lombardos que habían pertenecido a los Visconti hasta el límite del Ghiara d'Adda.
El Emperador, que había obtenido Friul, Istria y la sumisión de ciudades como Verona, Vicenza y Padua, se encontró solo frente a Venecia con insuficientes recursos.
La Serenísima recuperó la ofensiva y recobró parte del territorio perdido en Lombardía.
Hungría tenía conflictos con Venecia por la región de Dalmacia, así que resultó el argumento perfecto para negociar su participación.
Sin embargo, la situación interna húngara era inestable, y el rey Vladislao estaba enfermo (probablemente había sufrido un derrame cerebral), quedando la dirección de la política en manos del arzobispo Tomás Bakócz de Estrigonia.
[14] Asediadas las fronteras en su propio reino por españoles e ingleses, Luis XII tuvo que llamar a tropas de Italia, mientras que los suizos junto con venecianos atacaban Milán, y las tropas españolas y papales recobraban las posiciones en Romaña.
[24] No obstante, el cardenal Mateo Schinner logró la adhesión de los cantones suizos antifranceses (Zúrich, Uri, Schywz, Cantón de Basilea y Schaffhausen) y del emperador Maximiliano contra Francia, con apoyo del oro inglés.