La razón por la que las tropas mercenarias surgieron en los cantones helvéticos alpinos debe buscarse en la pobreza.
Así, los Reisläufer[2] —en alemán antiguo Reise campaña, marcha u odisea, Läufe, ir o recorrer— o «aventureros» suizos eran a finales de la Baja Edad Media las tropas mercenarias más cotizadas por los nobles y monarcas europeos.
Normalmente, los soldados eran campesinos montañeses convecinos entre ellos, si bien solían estar liderados por algún noble local que hacía de intermediario con ellos para todo lo relacionado con pagos y reclutamiento.
Con el ya mencionado pacto, los habitantes de los tres Waldstätte —pueblos del bosque— se unieron en la defensa del territorio contra los Habsburgo, sentando las bases de lo que sería más tarde la Confederación Helvética.
Sobre la derrota de Carlos, una canción popular recitaba: Para entonces, era más que evidente la superioridad militar suiza, y el ya notable prestigio militar que tenían los helvéticos se vio aumentado.
[9] Esto a nivel intracantonal, pero también hubo cambios dentro del equilibrio de poder en la Confederación.
De estos tiempos procede el servicio militar obligatorio, todavía vigente en la Suiza actual.
El método militar suizo cambió rotundamente muchos de estos aspectos y, a raíz de su probada eficacia, se iniciaron grandes transformaciones en el mundo militar europeo.
Si bien había diferencias, normalmente los "cuerpos francos" formaban en dos o tres columnas en paralelo, mucho más profundas que amplias, y en el centro del ejército extranjero en el que sirviesen.
Las milicias cantonales, por su parte, se dividían en Vorhut (vanguardia), Gewalthut (centro) y Nachhut (retaguardia), adoptando la primera forma triangular y las dos restantes rectángulos, cada uno más amplio que el anterior.
Sin embargo, los suizos no usaban pesados escudos, ni gustaban especialmente de armaduras.
La velocidad era fundamental para evitar el fuego de artillería, al que los contingentes suizos eran muy vulnerables en una situación estática.
Hasta aproximadamente 1490, los suizos tenían virtualmente el monopolio de los servicios mercenarios armados con picas.
No obstante la importancia de la Guerra Suaba, las luchas que en ese momento se libraban en Italia, entre Francia, Venecia, el Milanesado, el papa, el emperador y los españoles favorecieron la contratación de mercenarios a precios astronómicos y una competencia feroz entre los distintos grupos, si bien los lansquenetes eran más numerosos y económicos.
Además, no tenían inconveniente en luchar entre ellos si se daba el caso, algo que los suizos rehusaban.
En Bicocca, los mercenarios suizos al servicio del rey francés intentaron repetidamente un ataque frontal cuesta arriba, sólo para ser abatidos por el fuego de la artillería y las armas pequeñas.
Los suizos nunca habían sufrido tantas bajas, siendo incapaces de infligir demasiado daño a sus oponentes.
Tan terrible fue el desastre en Bicocca que afectó severamente a la eficacia en combate suiza en los años siguientes.
Estos arcabuceros y cañones pesados transformaban las apretadas filas de los cuadros suizos en montones sangrientos —al menos, tanto tiempo como el ataque suizo fuera retrasado por los terraplenes o las cargas de caballería, y los tiradores fueran protegidos por los piqueros españoles o lansquenetes para defenderlos de los suizos si fuese necesario un combate cuerpo a cuerpo.
Consecuentemente, podían derrotar fácilmente a los suizos si sus columnas de picas se desorganizaban tanto que los rodeleros podían arrastrarse bajo las picas de los suizos y abatir a los infantes suizos, pues sólo tenían armaduras ligeras y estaban totalmente desprotegidos.
A la muerte del rey, no obstante, el tratado que obligaba al conjunto de cantones expiró, y en lo sucesivo fueron los distintos cantones o estados aliados a la confederación los que contrataron las reclutas con el rey de Francia a título particular o agrupados, pero no reunidos como conjunto de confederados.
De las antiguas bandas de mercenarios de comienzos del siglo XVI que servían por unos meses, se pasó a levar regimientos con coroneles a cargo que servían durante años, para pasar, en el siglo XVIII a servicios prolongados por décadas o con carácter permanente.
En 1497 se crea por Carlos VIII de Francia la Guardia Suiza compuesta por 100 hombres, conocida como los Cien Suizos que sería la guardia personal de los monarcas franceses hasta 1830, con la excepción del periodo comprendido entre 1792 y 1814, en que no había casa real.
Los suizos también adoptaron el mosquete en número cada vez mayor a lo largo del siglo XVII, y abandonaron la pica, su más antiguo símbolo, más o menos al mismo tiempo que las demás tropas del ejército francés, alrededor de 1700.
Otro patrón destacado de los mercenarios suizos desde finales del siglo XVI fue España.
Desde finales del siglo XVII podían encontrarse sirviendo en la misma España o en sus posesiones, y lucharon contra Portugal, contra las revueltas catalanas, en la Guerra de Sucesión Española, en la Guerra de Sucesión Polaca, la Guerra de Sucesión Austriaca (en los combates en suelo italiano) y contra Gran Bretaña en las luchas asociadas con la revolución americana.
En esta última contienda en España quedó demostrado como estas seis últimas unidades, creadas a partir de 1734 por acuerdos con Felipe V, no estaban formadas por mercenarios, sino por valientes soldados encuadrados, como cualquier otra unidad, en el Ejército español, que a muchos kilómetros de su tierra natal prefirieron sacrificar sus vidas luchando por los derechos del pueblo español.
Al soldado se le abonaba la paga desde el momento en que llegaba los reales dominios.
La provisión de oficios del regimiento correspondía al rey, y se abolía la anterior práctica hereditaria, otorgándose, eso sí, preferencia a hijos y parientes de muertos en servicio.
Como en su contraparte francesa, los suizos lucharon en las filas del ejército español siguiendo generalmente su organización, tácticas y vestuario.